En una oportunidad, el Señor Jesús dijo: “… mas el que bebiere del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” (Juan 4:14)
La fuente de agua representa a la persona que posee el Espíritu Santo. Una vez que Lo recibe, ella se convierte en la propia bendición. A partir de ahí, no necesita mendigar afecto ni atención de los demás, tampoco depender de la oración de otras personas para estar bien, porque el Espíritu Santo suple todas sus necesidades. Sin embargo, si no Lo tiene, siempre estará sedienta espiritualmente, y sentirá que algo le falta.
Recibir la plenitud del Altísimo es tan importante que, hasta que esto no suceda, la persona no es de Dios: “… Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él.” (Romanos 8:9)
Búsquelo mientras haya tiempo.
Si aún no bebió de esta Agua, huya de todo el mal y entréguese a Dios por completo. Solo así, se convertirá en una fuente de bendición y querrá compartir esa experiencia con todos los demás.