Desde pequeño, el ser humano busca tener amigos. Las amistades se dan naturalmente, surgen en la escuela, en el trabajo e incluso en ocasiones inusitadas. Al respecto, la Biblia señala:
«En todo tiempo ama el amigo y es como un hermano en tiempo de angustia» (Proverbios 17:17).
Tener amigos es necesario, ya que la falta de ellos puede influir de manera negativa incluso en la salud. Esto quedó demostrado en un estudio realizado por la Universidad de Brigham Young que señaló que «la falta de relaciones sociales equivale a consumir más de quince cigarrillos por día».
Sin embargo, a veces, construir relaciones puede ser difícil si se colocan los intereses personales por delante de la amistad.
Además, la hiperconexión del siglo XXI, paradójicamente, favorece «la creación de vínculos débiles, superficiales y líquidos que pueden causar un gran malestar y una sensación de vacío», según indica el sitio web Psicología y Mente.
Por eso, la Biblia insiste en la importancia de tener amigos. En Proverbios 18:24 dice: «El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano».
Amigo de Dios
¿Quién puede ser mejor amigo que el Altísimo? Pero ¿es posible estar a la altura de un Amigo tan grande y poderoso? Un ejemplo de quien logró realizar este hecho fue Abraham. El obispo Macedo enlista algunas características que se pueden ver en el patriarca de la fe, las cuales son esenciales para que haya esa relación:
Consideración: Abraham consideraba las palabras, las orientaciones y los consejos de Dios, es decir, actuaba de acuerdo con ellos.
Respeto: Abraham temía a Dios, por eso, obedecía y se sometía a Él.
Lealtad: La falta de carácter se volvió algo común en las personas y ya no existe la preocupación por vivir rectamente. Pero él cumplía lo que Le prometía a Dios, honraba la palabra empeñada para con Él.
Disposición para ayudar: El egoísmo ha imperado y, si ya no se muestran dispuestas a ayudar a quien ven, ¿cómo contribuirán a algo que no ven? Pero Abraham tenía tanta disposición para cooperar con el Plan de Dios que sacrificó día tras día a favor de Él.
Comunicación: Esta se vuelve imposible cuando se tiene una mente enfocada en las cosas terrenales. Pero la mente de Abraham estaba dirigida a las cosas eternas. Por eso, Dios hablaba con él, y él oía Su Voz.
Cosas en común: El mundo ama y promueve ideas contrarias a los preceptos de Dios, pero el espíritu de Abraham tenía conceptos y valores en común con el Espíritu de Dios.
Confianza: Abraham confiaba tanto en Dios que creyó que Su promesa se cumpliría, aunque sacrificara a su único hijo en el Altar.
Estas son las características que debés trabajar si querés tener una amistad con el Altísimo. Para conocer más sobre temas que se relacionan con la fe, acercate a una de las reuniones que se llevan a cabo en la Universal más próxima a tu domicilio. Las puertas están abiertas todos los días.