La mayoría de los 8 mil millones de personas en el mundo está enfocada en este reino, es decir, en sus sueños personales, como casarse, la conquista de la casa propia o su profesión. Muchos quieren garantizar el futuro, pero se olvidan de que su cuerpo y este mundo tienen fecha de vencimiento, mientras que el alma del ser humano es eterna. Basado en esto, el verdadero sabio es quien invierte en lo que es eterno.
Cuando se habla de la eternidad, está quien afirma: «Ah, pero quiero construir mi casa, comprar un departamento, conquistar esto y aquello». Eso no es pecado, pero no se puede priorizar el reino de este mundo. El enfoque principal de todo ser humano debe ser el Reino de Dios, como dijo Jesús:
«Mas buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33).
El Reino de Dios es el Reino de la eternidad del alma, y quien Lo prioriza actúa con inteligencia porque, así, seguirá la Voz de nuestro Señor y Salvador. Por otro lado, quien pone sus propias necesidades como prioridad sufrirá o, en otras palabras, se frustrará. Esto les sucede a todos, incluso a las personas que están dentro de las iglesias. Hay muchos cristianos que confiesan que Jesús es su Pastor, pero, cuando miramos sus vidas, les falta todo porque viven de las migajas de este mundo.
Jesús no quiere darle migajas a nadie, sino el Pan del Cielo, que es lo mejor del Reino de los Cielos. No obstante, esto depende de la decisión de cada uno. La persona que invierte en hacer la voluntad del Señor, renunciando a sus voluntades, tiene al Espíritu Santo sobre sí y eso es magnífico, porque es la certeza de que todo lo que hace está de acuerdo con la Palabra de Dios y todo lo que le sucede en la vida es bueno. De esta manera, puede decir: «El Señor es mi Pastor y nada me faltará».
Todo ser humano, independientemente de la religión que sigue, tiene un alma, y Jesús vino a este mundo y la compró por precio de sacrificio. Quien no entrega «la mercadería» que ya se pagó —que es su vida, alma y corazón— perderá su tiempo, porque para alcanzar el Reino de Dios es necesario creer y esto se concreta a través de la entrega de la vida. Por eso, es necesario enfocarse en el Reino de Dios, donde el Señor es Rey y Gobernador, y donde hay alegría eterna.
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