Domingo 23 de febrero en el Templo de los Milagros
Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos. Mateo 5:10
La primera justicia delante de Dios, y lo que Él más espera de nosotros, es que lo veamos como Padre, Señor y Salvador.
Si cumplimos con eso, pasaremos a ser disciplinados, buenas personas, aprenderemos de nuestros propios errores, etc.
Cuando practicamos la justicia, no solo incomodamos a los espíritus malignos, sino también a los injustos, a aquellos que hacen lo contrario y se niegan a practicarla.
Si estamos siendo perseguidos por esas personas, tenemos que guardar nuestra mente, corazón y boca: no debemos caer en la trampa.
No tenemos que pagar el mal con el mal. Aquellos que nos persiguen hoy, mañana serán libres como nosotros.
La mayor justicia es la Palabra de Dios: todo nos saldrá bien si nos sujetamos a ella. Por el contrario, si no la obedecemos, tampoco cumpliremos un buen papel como padre, hijo, empleado, etc.
¿Por qué Dios permite que suframos esa persecución? Para que las personas que están en la injusticia vean la diferencia entre los que la practican y los que no.
Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, verás si no te maldice en tu misma cara. Job 1:11
Quien practica la justicia, no se vende a las injusticias, a las mentiras ni a la corrupción de los principios morales.
Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; es decir, que os abstengáis de inmoralidad sexual; que cada uno de vosotros sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor, no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios; y que nadie peque y defraude a su hermano en este asunto, porque el Señor es el vengador en todas estas cosas, como también antes os lo dijimos y advertimos solemnemente. 1 Tesalonicenses 4:3-6
Los sinceros, aunque estén haciendo cosas indebidas, pasarán a ser verdaderamente felices si abandonan la práctica de la injusticia.