Para Albina era normal vivir con angustia porque prácticamente había crecido con ella. Parecía imposible que pudiera ponerle fin a ese mal. A continuación, cuenta su historia:
“Desde niña, sufría de una gran depresión. Yo tenía mucho miedo, tristeza, angustia, pasaba los días llorando, aunque no tuviese motivos. Siempre estaba angustiada. Perdía mis trabajos porque regresaba a mi casa cuando estaba a mitad de camino o llegaba al trabajo, pero luego me volvía porque me sentía mal. Lo único que quería era llorar, mientras me invadían pensamientos de suicidio.
Vivía deseando que el día no terminara. De noche no dormía, amanecía sentada en mi cama con las luces prendidas porque tenía mucho miedo a la oscuridad. Si las apagaba, sentía que alguien me tocaba. Si se cortaba la luz, me desesperaba.
A causa de esa situación, no atendía a mis hijos como debía. Solo hacía lo justo y necesario. Estaba tan nerviosa que los trataba mal. Debido a la depresión, no me levantaba de la cama, no me bañaba, no me cambiaba. Me había acostumbrado a esa vida porque la viví desde pequeña, pero llegó un momento en el que no aguanté más.
En ese estado conocí las reuniones de los Casos Imposibles. Me llevaron porque así no podía seguir. Me sorprendió cómo salí de allí. Nunca lo voy a olvidar porque cuando llegué a mi casa, comencé a cambiar. Al principio no entendía mucho de lo que se hablaba, pero a medida que se hablaba, lo creía y, en mi casa, lo empezaba a hacer. Comencé a ir todos los sábados y me fui liberando cada vez mejor. Dios me ayudó a transformarme. Estoy libre de la depresión, la tristeza y la angustia, gracias a Dios”.
Albina asiste a la Iglesia Universal ubicada en Av. San Martín 3054, Florencio Varela, Bs. As.
“Me Iban a echar, pero me ascendieron”
“En mi trabajo me sentía humillado, ya que mi sueldo y mi categoría eran los más bajos y tenía que hacer trabajos forzosos que nadie quería hacer. A fines de 2024, el dueño me informó que iban a despedir a muchos, y uno de ellos iba a ser yo. Ante esa situación, utilicé mi fe y fui los sábados a las reuniones de los Casos Imposibles. Le pedí a Dios una respuesta urgente y la recibí. Él les reunió a todo el personal para decirnos que no iban a despedir a nadie y que, además, nos iban a aumentar el sueldo. Pero eso no fue todo. El dueño y los ingenieros se reunieron conmigo para felicitarme por mi desempeño laboral y comunicarme que me iban a cambiar de categoría, con un sueldo más digno, y que no iba a hacer más trabajos forzosos, sino que estaría en una oficina.
También me van a pagar cursos para capacitarme. Todo esto lo logré gracias a Dios y a la perseverancia en las reuniones de los Casos Imposibles”, concluye.
Andrés asiste a la Iglesia Universal ubicada en República 902, Catamarca.