Pablo: «Antes de conocer la Iglesia Universal, tenía una vida de frustraciones. Quise hacer una carrera universitaria, pero no la pude terminar. A los 25 años dejé la facultad, porque no avanzaba.
Empecé a conocer la noche, los bailes y los vicios. Frente a la frustración, me refugiaba en un porro o en una bolsita de cocaína. Al principio parecía lindo, todo era brillante, pero después se convirtió en algo esclavizante. Hasta los 37 años estuve en los vicios. Asistía a los bares casi todos los días.
En una oportunidad, me puse a pensar y dije: “No quiero más esto”. Fue entonces que mi mamá me invitó a la iglesia, pero no fui. Seguí intentando hacer las cosas a mi manera.
Un día, entré a mi casa y vi a mi hermano que estaba agarrándole a mi mamá de los pelos y poniéndola contra el televisor mientras le decía: “Esa es tu iglesia, mirá lo que dicen en la tele, son unos delincuentes”.
Fue un momento triste. En ese canal habían hablado muy mal de la iglesia. Entonces dije: “¿Para qué voy a ir ahí?”.
Mi hermano se fue y decidí llevar a mi mamá a la iglesia, pero yo no quería entrar. La esperaba tomando cerveza, hasta que ella saliera y la llevaba a la casa.
Hasta que vi el programa de la Iglesia en la televisión y escuché la invitación de los pastores. Ellos hacían un desafío y les decían a las personas que, si iban a la iglesia y no veían un cambio, que no fueran más.
Decidí ir un viernes. Cuando entré empezó el proceso de liberación y vi a mi mamá y a mi hermana que estaban siendo libres. Entonces, pensé: “Esto no es como dice la tele, esto es verdad”. Yo sabía que a mi mamá no le daban plata porque ella es muy honesta.
Empecé a escuchar la voz del Espíritu Santo por medio del hombre de Dios y mi vida comenzó a cambiar. No fue fácil. Lo que más me costó dejar fue la cerveza, el alcohol. Pero el pastor me hizo un desafío. Me dijo que anotara mi nombre y que él iba a orar por mí. Luego de eso, no sentí más el deseo de tomar cerveza. Empecé mi proceso de conversión y dejé las malas amistades.
Hoy mi vida es diferente, tengo paz, estoy libre de las inseguridades, las drogas y la mala junta. Mi vida hoy es totalmente distinta. Pude vencer las falsas noticias, pude ver que no era verdad lo que decían acerca de la iglesia. Vi cómo Dios cambió mi vida. Solo Dios me podía librar.
Me casé con una mujer de fe, lo cual es muy lindo porque tenemos el mismo pensamiento, mi vida cambió y nos ayudamos mutuamente. Es un placer estar completo en la vida amorosa. No tengo palabras para agradecerle a Dios».
El asiste a la Iglesia Universal ubicada en Av. Rivadavia 951, Comodoro Rivadavia, Chubut.