La fe viene por el oír. (Romanos 10:17)
¿Qué oír? La Palabra de Dios. (Romanos 10:17)
Al nacer la fe, nace también el coraje para poner en práctica el pensamiento, la inspiración, la intuición, en fin, la voz del Espíritu de la Fe.
El Estanque de Siloé aún hoy ha sido testigo vivo de la práctica de la fe. Fue allí donde el Señor Jesús envió al ciego para ser curado. Está ubicado en el valle de Tiropeón, en el extremo inferior del canal subterráneo de Ezequías (túnel de Siloé). Además de la profundidad del valle, es necesario descender 34 escalones para acceder al estanque. Para obedecer la orden del Señor, con certeza, el ciego de nacimiento encontró una enorme dificultad para llegar al estanque.
Una evaluación más minuciosa de los detalles de Juan 9 ayuda a entender los secretos y misterios de la fe.
1° – La visión de Dios
El Señor y Sus discípulos notaron al ciego de nacimiento sentado al borde del camino. El ciego no clamó por Jesús para llamarle la atención. Probablemente porque no sabía de Su presencia;
2° – La duda del mundo
Sus discípulos preguntaron: “Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?”
La ignorancia de las personas Le atribuye a Dios la razón de los sufrimientos humanos cuando, en realidad, es el diablo quien vino a robar, matar y destruir (Juan 10:10);
3° – La respuesta de Dios
“No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él“.
El Señor contestó a la duda con la certeza (fe) de que los sufrimientos humanos son para la manifestación de las obras (voluntad) de Dios;
4° – El despertar de la fe
“Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego.”
Como el ciego no había esbozado ninguna señal de fe (él no había clamado al Señor), Jesús usó saliva mezclada con tierra para hacer lodo y untó la vista del ciego. Hasta ese momento el ciego no debía haber entendido nada. Solo continuó observando…
5° – La actitud de fe
“Y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé.”
Cuando el ciego oyó la palabra de orden de Jesús, inmediatamente, movido por el Espíritu de la fe, fue alentado a sacrificar, es decir, a obedecer. Observe que el Señor Jesús no le dio la mano ni lo guio al estanque, tampoco mandó a Sus discípulos a hacerlo. El ciego conocía el camino difícil del estanque y fue solo hasta allí. Aun sabiendo las dificultades de llegar hasta el lugar, no se desanimó ni contó con la ayuda de terceros. ¿El Señor Jesús no podría habérselo facilitado enviándolo al estanque de Betesda al que, a pesar de estar un poco más lejos, era más fácil de llegar?
Continúa mañana…