¿Qué tiene que ver la fe con nuestra alimentación?
Ninguna Palabra de las Escrituras fue escrita en vano. Aunque no las comprendamos todas, mantienen su extraordinario significado y su gran utilidad. Pude comprobarlo días atrás.
El Señor Jesús dijo que Sus señales seguirían a aquellos que creyeran en su nombre: expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán en serpientes, si beben algo mortífero, no les hará daño alguno y pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán (Marcos 16.17,18).
Un punto en particular de este pasaje veía que difícilmente ocurriría en mi vida: beber algo mortífero, pues pensaba que eso se refería sólo a la ingestión accidental, o obligatoria, de veneno.
Pero, viendo la actual situación del mundo, me di cuenta que no es así.
Todos los grandes medios de comunicación ya han éstos permanecen en los supermercados, y también el tema de los polémicos alimentos transgénicos.
¿Quién no fue a un médico o leyó un artículo que decía que un determinado alimento era maligno y que la gente debería huir de él? Pero, pasado un tiempo, para nuestra sorpresa, surgieron otras investigaciones y lo que antes era “abominable” se convirtió en “preferido” nuevamente…
Y ahí estamos nosotros en medio de esa controversia, a ejemplo: “¿Tomo azúcar o edulcorante?”; “¿Cómo huevos o los evito?”; “¿Café hace bien o hace mal?” Etc.
Pero creo que entre esas discusiones, nada es más intrigante que los alimentos transgénicos. Es decir, aquellos que tuvieron sus semillas genéticamente modificadas, recibiendo otras sustancias para tener determinados fines. Usted, así como yo, probablemente, los comemos todos los días, hasta sin saberlo.
Los argumentos mundiales para cambiar el código genético de los alimentos son muchos. Entre ellos están: acabar con el hambre en los lugares de pobreza, mejorar la calidad nutricional de los alimentos y exterminar las plagas que causan daños a las plantaciones.
Sin embargo, tenemos protocolos de científicos que afirman que esa manipulación de las semillas no es segura para el organismo humano ni para el medio ambiente. Ellos dicen que eso sólo atiende a intereses económicos totalmente sin ética.Y en medio de ese debate nos quedamos sin respuestas.
Pienso que el Señor Jesús, sabiendo en lo que la sociedad se transformaría, nos aseguró con sus promesas Su protección contra esos poderes mortales. La mayoría de la gente corre peligro constante al alimentarse, principalmente aquellos que viven en los grandes urbes.
¡Es por eso que la fe es de valor excepcional! Tiene poder para hacernos conquistar, y sobre todo para establecer las conquistas. Nos hace avanzar, pero nos da también condiciones de protegernos. Sin embargo, es personal, y sólo conseguirá neutralizar los poderes del mal en aquellos que la usen.
Siendo así, llegó el momento de usar nuestra fe para alimentarnos literalmente.
Entonces, si usted sabe que ciertos alimentos perjudican su salud, déjelos y use la fe para lo que desconoce. Y un último consejo: ¡usted que tiene un terreno en su patio, aproveche y cultive lo que pueda con cariño, y sin pesticidas!
Por eso pienso que privilegiados son los que tuvieron sus raíces en el campo, porque además de haber aprendido el trabajo duro y las lecciones preciosas de sencillez y de haber tenido el maravilloso contacto con la naturaleza, obra de nuestro Dios, también pudieron conocer una alimentación verdaderamente saludable.
¡Hasta la próxima semana!