Absalón es uno de los 70 hijos de David y, a pesar de recibir a su hermana Tamar cuando fue violada por su medio hermano Amnón, no pude ser un ejemplo de amor.
Ese fue solamente un motivo para que Absalón aumentara aún más su odio contra Amnón, al punto de arreglar su muerte. Y así sucedió (2 Samuel 13:23-29).
Tampoco nutría el amor por su padre David, sino que alimentaba el odio. Absalón salía por Israel eludiendo al pueblo, diciendo que él sería un juez más justo si fuera rey (2 Samuel 15:1-6). Además de eso, envió hombres por el reino para decir que él era el nuevo rey de Israel (2 Samuel 15:10-11).
Fue de esa forma que Absalón organizó una fuerte rebelión contra David, que fue forzado a dejar el palacio, abandonando a sus mujeres y concubinas (2 Samuel 15:13-16).
Para regresar a su reino, fue necesario enfrentar a su propio hijo. Y así los siervos de David lucharon contra el pueblo de Israel que seguía a Absalón. Sin embargo, el mulo que montaba pasó debajo de las ramas de una encina, su cabeza quedó enredada entre las ramas y quedó suspendido, terminando colgado.
Uno de los siervos de David, viendo eso y sabiendo de la orden del rey de no matar a su hijo, le contó a Joab, uno de los capitanes de batalla. Pero no le importó y le clavó tres dardos en el pecho e incluso entregó a Absalón a 10 hombres que terminaron de matarlo (2 Samuel 18).
El fin de los que no aman
Escuchamos muchas historias de hijos rebeldes, que no obedecen a su padre y, muchas veces, llegan a la violencia y la muerte. ¿Cuántos Absalón hay en el mundo?
Y habrá muchos más si las personas no se abren para entender a Dios y vivir según sus preceptos.
El odio se disemina rápidamente porque las personas son cada día más egoístas, cerradas para amar al prójimo, independientemente de su raza, color y edad.
Que haya corazones abiertos para amar, incluso aquellos que piensan, actúan y creen de manera contraria. El amor puede y debe ser uno de los testimonios de Dios.