El día de trabajo con el jefe exigiendo muchísimas cosas, al final del día un dolor de cabeza debido a la tensión premenstrual, sin contar el tránsito hasta llegar a la escuela del hijo, que espera ansiosamente estar con su mamá.
No, la rutina de una mujer no termina cuando ella llega a casa, sino solo comienza. Es un sueño acostarse en el sofá, tomar el control remoto y ver algo bueno para distraerse de tantas preocupaciones. Pero no, ella tiene que preparar la cena, atender a su hijo y, cuando parece que terminó todo, el esposo también quiere que su esposa esté dispuesta.
Sin embargo, ¿dónde está el tiempo para sí misma?
Esa rutina parece inhumana, cada tarea necesita un tiempo y disposición para ser realizada. No es simple, no es sencillo, pero es necesario. Entonces, prácticamente se necesita un milagro por día. No, no está bien eso.
Para manejar el estrés, casi inevitable, es necesario que la mujer también encuentre un tiempo para sí misma. Para cortarse el cabello, hacerse las uñas, ir al gimnasio, cuidar su piel, vestirse bien y salir con amigas.
Muchas mujeres se estresan tanto con la rutina loca que no logran ver ese tiempo libre, pero este existe. El tema es detenerse, respirar y comprobar lo que es necesario hacer realmente ese día, en ese momento, y reservar el resto del tiempo para sí misma. Quién sabe, con un poquito más de organización personal, ¡podría ser posible tomarse todo el día!
Calma, eso no es una utopía, es posible que suceda. ¿Vamos a intentarlo? Entonces, pare un poquito, vaya a un rincón y ore pidiendole a Dios que la capacite para ver ese tiempo para cuidar de sí misma. Cuando menos lo espere, después de reorganizarse, allá estará usted linda, perfumada, cuidada e incluso dispuesta para hacerse cargo de su rutina sin estrés.
“En verdad que me he comportado y he acallado mi alma; como un niño destetado de su madre; como un niño destetado está mi alma.” Salmos 131:2