A muchas mujeres les gustaría ser tan bonitas corno las celebridades que frecuentemente se ven en películas y revistas. Todas parecen que tienen el rostro, la piel y el cuerpo perfecto. Sus vidas son fascinantes, siempre viajando por el mundo entero, fiestas que nunca acaban, admiradas por todos y con dinero para comprar lo que quieran. Pero, esa belleza que poseen, es superficial; forma parte de la vida pública que llevan. Sería una injusticia por nuestra parte hablar de su vida privada ya que no las conocemos personalmente. Aun así, si llevásemos la cuenta de las relaciones fracasadas, suicidios e intentos de suicidio, problemas con el alcohol y las drogas, etc., llegaremos a la conclusión de que sus vidas están bien lejos de ser perfectas. La realidad es que la belleza que ostentan es solamente externa y, con el paso del tiempo, se acaba. En breve, las celebridades de hoy, serán sustituidas por otras nuevas estrellas.
Si queremos ser las mujeres más bellas del mundo, necesitamos dejar de buscar en el sitio equivocado. Entonces, ¿cuál es el secreto? Es obvio que debernos cuidar de nuestra apariencia, pero nuestra principal preocupación debe ser obtener y mantener la belleza que sólo Dios puede dar. La mujer de Dios es muy bella. No necesita maquillaje o cremas especiales para realzar su belleza, pues su presencia ya es suficiente. Su sonrisa sincera hace que las personas quieran conocer su “secreto”. Tiene una suavidad angelical en su forma de hablar, sus ropas no son extravagantes o brillantes pero, aún así, su presencia ilumina cualquier ambiente; puede incluso no ser famosa, pero las personas que la conocen desean ser iguales a ella; puede ser joven y no tener mucha experiencia, pero sus actitudes revelan su cuidado y amor; sus hijos quieren crecer y casarse con alguien semejante a su madre; su marido siente orgullo de tenerla como esposa y adora estar en su compañía; sus amigas quieren siempre saber lo que la hace ser tan diferente.
La respuesta es: Ella encontró al Autor de la belleza. Cuando una mujer encuentra a Dios, se vuelve como Él y, a través de ella, toda su familia y amigos pueden ser bendecidos. Pasa a ser la luz, y donde quiera que va, disipa todas las tinieblas. Esto la convierte en la mujer más bonita del mundo. Si queremos volvernos mujeres de Dios y tener un encuentro con Él, en primer lugar necesitamos quitar todas las cosas que pueden impedir que habite en nosotras. Dios es Perfecto, Santo, Puro, Bueno y mucho más.
Para que podamos encontrarlo, tenemos que quitar todo lo que es contrario a Su naturaleza: pensamientos impuros, envidia, celos, conversaciones maliciosas, cotilleos, malas intenciones y todo lo que hace que nuestra conciencia sea impura. Solamente cuando quitemos todas estas cosas, estaremos preparadas para conocer a Dios. El pasado y todas las demás cosas que hayan ocurrido en nuestra vida, serán completamente borrados, como sí nunca hubiesen existido y nos convertiremos en mujeres totalmente nuevas. ¡Es simplemente increíble! Ésta es la experiencia más maravillosa que alguien puede desear, tener. El encuentro con Dios nos hace levantarnos cada mañana con el deseo de vivir. Decepciones y problemas no nos desaniman, pues tenemos la seguridad de que la fuerza de Dios dentro; de nosotras nos conducirá a la victoria. Para tener ese encuentro’ con Dios, tú debes participar en las reuniones del miércoles y del domingo. No importa tu pasado, lo que hiciste mal o cuál sea tu religión, Dios quiere hacerte bella por dentro y por fuera.