Usted trabaja lo máximo que puede, da siempre lo mejor de sí y parece que nadie ve eso. Siente como si todo lo que hace de bueno en cada área de su vida fuese en vano. Si trabaja horas extras, su jefe parece no verlo. Si arregla toda la casa el día que llegó más temprano, su esposa (o esposo) ignora el trabajo. Incluso la comida que prepara, el asiento que cede en el colectivo, la propina que deja, todo parece ser invisible para el mundo. A cada pequeño buen acto que usted practica y no recibe ni siquiera un “muchas gracias”, su voluntad de hacer cosas buenas disminuye. Pero, ¿por qué actúa correctamente?
“Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo.” (Lucas 6:38)
Cuando Jesús le dijo esas palabras a Sus discípulos y seguidores, no estaba exactamente hablando sobre la recompensa que otras personas del mundo pueden dar. Claro que ella sucede, pero no es la esencial.
Vivimos en un mundo enfocado en el egocentrismo. “Yo trabajo”; “Yo estudio”; “Yo me sustento; Yo, yo, yo. Levantar los ojos para ver lo que los demás hacen parece tomarle un tiempo ya escaso. Por ejemplo, ¿a cuántos brasileños de la Segunda Guerra Mundial usted conoce? Probablemente dirá: “a ninguno”. Pero hay varios. Uno de ellos, reconocido solo por las personas que ayudó, salvó a más de mil seres humanos de morir en manos nazistas.
Luís Martins de Sousa Dantas fue un diplomático brasileño que trabajaba en Francia cuando esta estaba bajo el dominio nazista. Contrariando la política del gobierno del aquel entonces presidente de Brasil, Getúlio Vargas, Dantas escribió, de su puño y letra, vistos y los distribuyó con urgencia entre las minorías perseguidas. Eliminó toda la burocracia que existía, ignoró a gente poderosa y se colocó en riesgo por personas simples. ¿Reconocimiento? Solo después de mucho tiempo.
Cuando sus actitudes fueron descubiertas, se le fue prohibido conceder cualquier visto. Aun así, lo hizo algunas veces.
Tal vez algunos de los mejores amigos que usted tiene, hoy solo estén vivos porque, hace algunas décadas, alguien trabajó por el bien del prójimo, incluso sin el debido reconocimiento devuelto en ese momento.
¿Por quién trabaja usted?
Si la falta de reconocimiento del mundo – aunque sea un simple “muchas gracias” – marca la diferencia, ¿por qué no volverse a quien tiene más que ver con todo eso? Si es la consideración de alguien que usted quiere, considérese a sí mismo.
Dar lo mejor de sí es siempre el camino ideal a seguir, aunque solo usted pueda ver eso. De lo contrario, siempre vivirá en su mente la duda: “Si me esforzara más, ¿podría ser mejor?”
La paz de espíritu al actuar bien es – y debe ser – mayor que recibir cualquier elogio. Debemos mantener en el alma la levedad retratada por Mario Quintana – ilustre poeta brasileño rechazado en la Academia Brasileña de Letras tres veces – en su Poemita en Contra:
“Todos esos que están ahí
Obstaculizando mi camino,
Ellos pasarán…
¡Yo pajarito!”
[related_posts limit=”7″]