Una vez más la ciencia y los gurús del coaching (desarrollo personal) descubrieron lo que hace más de 2 mil años atrás la Biblia probó por medio del profeta Daniel y de Jesús, el Mesías. Son necesarios exactamente 21 días consecutivos para inculcar un hábito simple y 40 para uno de mayor complejidad. Y me pregunto, ¿quiénes son en realidad los avanzados en el tiempo?
La buena noticia de la investigación es que tenemos la posibilidad de cambiar o abandonar un hábito malo por uno bueno. O sea, si repetimos aquello a lo que deseamos acostumbrarnos, nuestra mente se adaptará al nuevo hábito.
Hay tres pautas muy claras para hacer esto posible: Determinación, disciplina y motivación. Tres máximas que, pese a datar de principios del siglo pasado, siguen vigentes en la actualidad. Por supuesto, no es fácil mantenerse siempre del lado del cambio, ya que los hábitos antiguos siempre intentan arrastrarnos hacia aquello que durante mucho tiempo ha sido nuestra forma de vida. Pero si logramos reeducar a nuestro cerebro, en poco tiempo esas acciones nuevas pasarán a ser hábitos con un lugar indiscutible en nuestras vidas.
Pero, ¿por qué es más fácil y rápido adquirir un mal hábito frente a uno beneficioso? Porque los nocivos producen placer a corto plazo y, en muchos casos, preferimos la inmediatez al beneficio que, a medio o largo plazo, puede reportar un cambio saludable. Debemos cultivar la paciencia y saber con certeza que estamos conectados con algo bueno, que estamos conectados con nuestros objetivos y valores. Gracias a los valores tomamos decisiones, son la raíz por la que nos movemos y actuamos. Cuando vayamos a tomar una decisión, la pregunta que deberíamos hacernos es: ¿esta acción honra a alguno de mis valores o los traiciona? Si el nuevo hábito está ligado a un valor importante, no nos costará realizarlo.
El Ayuno de Daniel comienza el 29 de enero y una nueva oportunidad de adquirir hábitos espirituales también. Los hombres del pasado son un ejemplo a seguir hoy y siempre. Sus hábitos y estilo de vida los salvaron de innumerables desiertos y problemas (léalo en la Biblia).
Dicho esto, hay una cuarta pauta a agregar: la fe. Pues sin ella sería imposible agradar a Dios.
Recuerde lo que dice Su Palabra:
“No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el Reino de Dios y Su Justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mateo 6:31-33).
Que por medio de este descubrimiento, el Dios de la Biblia sea glorificado nuevamente a través del Ayuno, y como dice el obispo Macedo, ¡quien no cree, paciencia!