No saber lidiar con situaciones difíciles es su especialidad. Poner mala cara delante de una frustración es muy común. Si es contrariado por quien estuviere a su alrededor, su práctica es patalear sin pena ni piedad. Usted, ¿se ha identificado con estas conductas? Estamos refiriéndonos a las personas consentidas y caprichosas. Y, si acostumbra a actuar de esta forma, sepa que, aunque ya sea un adulto, puede cambiar. Actualmente vemos una generación caprichosa que tiene en sus manos todo lo que quiere. Son jóvenes que quieren ir a fiestas, conducir un auto propio, tener dinero en el bolsillo, pero se sienten acorralados cuando deben asumir responsabilidades.
El psiquiatra Wimer Bottura Junior destaca que la principal característica de los consentidos y caprichosos es la inmadurez, “Estas personas ven más sus derechos que sus deberes y se frustran porque no logran mantener, lo que viene fácil para ellas.” La inseguridad de los mismos es tanta que existen Universidades que promueven reuniones de padres después de la publicación de los resultados de exámenes y boletines. El objetivo es hacer que ellos acompañen el desarrollo de sus hijos en los cursos y transmitirles confianza, principalmente a los que son sobreprotectores.
Para el psiquiatra, los padres muy celosos generalmente son los villanos de la crianza de hijos consentidos y caprichosos, porque limitan sus capacidades. “Ellos se preocupan en cuidar a sus hijos del sufrimiento y, en lugar de ayudarlos, terminan estorbando su desarrollo”, explica.
El hecho es que estas personas hacen un drama cuando esperan que alguien, como sus padres, resuelva los problemas por ellos. La táctica es optar por estrategias seductoras para conseguir lo que quieren y, cuando deben tomar actitudes solas, refuerzan un comportamiento egoísta. Insaciables, viven como devoradores de privilegios. “Piensan que el mundo siempre les debe algo y les dan más valor a lo que les falta que a lo que ya tienen. Por eso, están en una eterna insatisfacción”, dice Bottura Junior.
Mimada hasta el casamiento
Es común que el hijo único o el Benjamín de la familia sea súper mimado por los padres. Fue el caso de Priscila MouraLuiz, de 29 años. La hija más joven, cuenta que siempre fue mimada por su madre; organizaba todas sus pertenencias en la casa, desde su habitación hasta las prendas de ropa que vestiría. “Yo ni siquiera necesitaba salir de casa para comprarme ropa, porque mi madre la compraba. Además, tenía una niñera que hacía todo lo que yo quería.”
Cuando se casó, a los 20 años, Priscila sintió mucha falta de todos aquellos tratos. “Yo no sabía cocinar, lavar, nada. Hoy sé que todo eso hizo que me acomodara. Al principio, no podía cumplir con mis quehaceres y siempre estaba en la casa de mi madre para que ella hiciera las tareas por mí”, recuerda.
Priscila se dio cuenta que esos “mimos” tuvieron otro lado negativo. “Quería agradar a mi esposo de la misma forma como mi madre lo había hecho conmigo, pero todo salía mal.”
Al sentir que su matrimonio estaba siendo perjudicado, ella decidió cambiar, y de a poco fue aprendiendo a dejar de ser una consentida. “Muchas veces yo estaba malhumorada y mi marido hasta se endeudaba para satisfacer mis voluntades, porque yo no aceptaba un no.” Hoy ella es madre de dos hijos y no quiere repetir con ellos el mismo trato que recibió de su madre.
¿Cómo enfrentar el mundo real?
Sepa que haber sido un niño mimado no significa ser un rehén de ese comportamiento para el resto de la vida. Usted puede comenzar a tomar actitudes por cuenta propia.
La psicoterapeuta Cecilia Zylberstajn explica que aprender de los propios errores hará que la persona desarrolle sus habilidades para que enfrente y construya su autonomía. Una de las formas para comenzar, es ser responsable y asumir sus hechos. “Esto significa no solo querer la buena parte de la etapa de la adultez, sino también la mala.”, advierte Cecilia.
Tener a los padres cerca en algunas situaciones para que le apoyen es laudable, pero se debe tener cuidado para que la presencia de los mismos no perjudique su maduración. “Incluso los propios hijos deben darle un límite a sus padres cuando ellos exageran en cuidarlos. Ponga un punto final”, orienta la psicoterapeuta.
Otro consejo es que siempre recuerde que no está solo en el mundo y que no merece más atención que los demás. Aceptar la opinión ajena es un buen camino para cambiar ese comportamiento.
Pero si el mimado, consentido o caprichoso no quiere poner un fin, seguramente el cambio vendrá en un momento de crisis. Bottura Junior afirma que la transición ocurrirá cuando la persona haga contacto con un dolor o con una pérdida. “Suele ser un poco doloroso, pero trae una sensación de libertad, que es el encuentro entre los derechos y las responsabilidades.”
Por lo tanto, es posible desaprender a ser una persona consentida y comenzar a lidiar con las dificultades de la vida de una manera más ligera y autónoma. Cecilia recomienda: “Cuando tenga que enfrentar situaciones, sin que nadie lo note, vaya y enfréntela.” Con seguridad, usted podrá resolverlas y se sorprenderá consigo mismo.
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