Aunque la orientación sea antigua, continúa siendo válida los días de hoy. No fue en vano que el Señor Jesús enseñó: “…a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.” (Mateo 5:39-41)
Para gran parte de los seres humanos, todos esos consejos están en contra de lo que la vida enseña. Sin embargo, en la visión de Dios, la orden es diferente. Los menores son los mayores (Lucas 9:48). Los últimos son los primeros (Marcos 9:35). Los lugares de honra son rechazados (Lucas 14:8,9). Él nos manda a honrar a los otros más que a nosotros mismos (Filipenses 2:3). Entonces, ¿por qué sonaría extraño oírlo también decir “dar la otra mejilla”, “entregar nuestra capa” y “cargar la segunda milla”?
La historia del alpinista Dan Mazur ilustra muy buen eso. Él y dos compañeros más se preparaban para realizar un gran sueño: escalar el Everest, el monte más alto del planeta. Fueron años de planificación. Seis semanas de escalada. Y el desafío finalmente los esperaba, aquel 25 de mayo del 2006. Sin embargo, algo interrumpió el plan al avistar a un hombre encima de un poste: Lincoln Hall, un alpinista que había sido reportado muerto 12 horas antes. Dan y otros aventureros tuvieron que hacer una elección: sacrificar el sueño o rescatar a alguien que tal vez ni fuese a sobrevivir. Ellos estaban a tan solo 2 horas de la cima, pero no lo pensaron dos veces, optaron por “caminar la segunda milla” y salvar al alpinista, que sobrevivió al descenso.
¿Será que también haríamos lo mismo?
¿Seríamos capaces de renunciar a nuestros sueños para rescatar a alguien? Tal vez usted no tenga que rescatar a un alpinista cada día, pero podría necesitar hacer elecciones difíciles como esas. Mostramos que estamos dispuestos a caminar la segunda milla cuando hacemos más de lo que nos piden (y también cuando no), sea en el trabajo, en casa o en la Iglesia. Cuando usted niega su voluntad para hacer la de Dios (Mateo 16:24). Cuando usted rechaza propuestas aparentemente favorables para usted, pero que, en el fondo, usted sabe que no agradan a Dios.
Mire a su alrededor y observe que aquellos que hacen más, aún existen. Pueden no ser muchos, pero siempre están dispuestos a extender el trayecto por el bien de alguien. Tal vez sea aquella persona que llega más temprano a su iglesia para ayudar en la limpieza, en los propósitos o evangelizar. Puede ser aquella persona que se esfuerza después de un día exhaustivo de trabajo solo para poder cuidar a los niños durante el culto. O aquel pastor u obrero que se queda atendiendo en el salón de la iglesia hasta que salga la última persona. Y están aquellos que están en lugares menos expuestos, sin embargo, haciendo alguna tarea de suma importancia.
Quien camina tan solo una milla
Si usted está dispuesto a hacer más, sepa que siempre encontrará personas en su camino que lo criticarán. Antes de la crucifixión del Señor Jesús, Él se reunió para cenar con Marta, María y Lázaro. Sin embargo, María sintió que tan solo la cena no era suficiente. Ella quería hacer una demostración de su amor: “Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.” Juan 12:3
Mientras el Señor Jesús aprobó la acción de María, Judas Iscariote creyó que era un desperdicio: “¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?” Juan 12:5
Enfóquese en algo que pueda hacer sin esperar que sea recompensado por eso. Ese es el mejor ingrediente para los que caminan la segunda milla.
Y usted, ¿qué puede hacer de más? Aproveche el Ayuno de Daniel y ponga como meta algo espiritual para comenzar a hacer hoy mismo.
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