El ejercicio del ayuno trae disciplina a la vida espiritual, pero no todos están dispuestos a pagar el precio para alcanzar ese privilegio. Existen personas que nunca logran hacer un propósito desde el comienzo al fin sin interrumpirlo porque les falta disciplina.
Si el cristiano deja de tomar agua cuando tiene sed y de comer cuando tiene hambre, o se abstiene de informaciones y entretenimiento (en el caso del Ayuno de Daniel), él se está sometiendo a una disciplina que seguramente se reflejará en su vida espiritual. Los pensamientos estarán más inclinados a los intereses del Espíritu, una vez que las necesidades primordiales y básicas están controladas. Con ese dominio de las voluntades, naturalmente él tendrá la necesidad de hacer la voluntad de Dios en primer lugar.
La disciplina es alcanzada por el ejercicio del ayuno, y es necesario que la persona sea persistente y determinada, principalmente si no logra mantener un propósito firme del inicio al fin.
Existen muchos hábitos que pueden ser adquiridos con el correr de los años, incluso luego de la conversión. Sin embargo, si no son sustituidos por una actitud radical, como el propio ayuno en cuestión, jamás dejarán de ser practicados. Son costumbres que, aunque parezcan inofensivas, discretamente nos roban la comunión con Dios. Son actitudes practicadas en exceso y, aún sin percibirlas, terminan formando parte de la rutina diaria como si fuesen grandes necesidades, cuando en realidad no lo son.
Otros cargan malos hábitos en la vida cristiana que formaban parte de sus vidas mucho antes de la conversión. Hubo liberación de los demonios por causa de la autoridad ejercida en el nombre del Señor Jesús, sin embargo, algunas costumbres no dependen tan solo de Su nombre para abandonarlos, sino de la voluntad humana de renunciar a ellos.
La lista de malas costumbres es casi incalculable, sin embargo, algunas son más comunes, como comer de más, muchas veces que se está sin hambre; dormir de más, más allá de la horas necesarias; hablar de más, principalmente de la vida ajena; ver televisión en exceso, aunque no haya nada edificante; entre otros.
Es posible librarse de las malas costumbres por medio de la autodeterminación y del ayuno, y solamente percibimos lo cuan nocivos eran para nuestra vida espiritual el día en que dejamos de practicarlos.
La disciplina adquirida por medio del ayuno hace que el cristiano tenga dominio sobre sus impulsos. Claramente es una conquista adquirida por la perseverancia, principalmente cuando se trata de casos crónicos, pero el valor de esa actitud es tan importante para la vida cristiana que Salomón, en toda su sabiduría, afirmó: “Más vale ser paciente que valiente; más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades.” Proverbios 16:32
¿De qué forma el Ayuno de Daniel le ha traído disciplina?
(*) Orientaciones extraídas del libro “El Santo Ayuno”, del obispo Célio Lopes
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