Pablo estaba sumergido en los vicios lo cual casi lo conduce a la muerte. «Mi vida era un desastre debido a las malas compañías que tenía y que me llevaron a consumir alcohol a diario. Llegaba a mi casa después de trabajar y necesitaba beber», relata.
«A causa de la embriaguez, tuve un accidente automovilístico», recuerda. No obstante, lejos de amedrentarse, continuó en el peligroso camino del consumo. «Me recuperé y seguí tomando bebidas alcohólicas», admite.
En tanto, su esposa le hablaba de la Iglesia Universal. Al respecto, señala: «Yo iba con ella, sin embargo, no hacía caso a la Palabra de Dios. Al día siguiente, volvía a beber».
Pero un día, algo lo hizo cambiar. «Fui al Altar y escuché la Voz de Dios. Le dije: ‘No tomo más’. Ese mismo día tiré las botellas de alcohol que tenía y nunca más bebí. Ya pasó más de un año desde ese momento», detalla.
Hoy Pablo vive libre de los vicios y asegura: «Cuando siento el olor a alcohol, me produce náuseas. Gracias a Dios, hoy soy un ejemplo para mi familia. Antes tomaba delante de mi mujer y de mis hijos. Hoy me siento un padre ejemplar. En mi hogar ya no hay discusiones a causa del alcohol. Nos llevamos bien, no hay peleas, tengo paz y felicidad. No necesito alcohol, sino obedecer la Palabra de Dios”.
Pablo asiste a la Iglesia Universal ubicada en Av. Pdte. Perón 431, San Vicente, Bs. As.