A lo largo de la vida, todos nosotros excedemos nuestras expectativas con respecto a casi todo: al cónyuge, al trabajo, a la familia, a los hijos y así continúa. Y, cuando la realidad se muestra contraria a la idea que inventamos en nuestras mentes, culpamos a las personas y a las circunstancias, como si tuvieran la obligación de ser como imaginamos.
“El exceso de expectativa es el camino más corto a la frustración”, dice la escritora Martha Medeiros en su blog. Ella menciona una película que, en su opinión, resultó de una calidad muy debajo de lo estándar. Pero Martha consideró que la culpa de esa decepción no fue de la película, sino de ella, que esperó mucho de algo que no tenía tanto para ofrecer.
Doble Peligro
Cuando no sabemos lidiar con las personas, es como si escribiéramos un guión en el que todos tienen que hacer exactamente lo que imaginamos. Bien, una novedad: no somos el centro del mundo. Nada ni nadie sigue nuestro guión, obviamente, y no son obligados a eso. A partir del momento en el que comenzamos a depender de otro ser humano para ser felices, realmente no lo somos. Sin querer, le entregamos ese “poder” a otro y caemos en una doble trampa: si no responde a lo que queremos, nos sentimos infelices; si realiza lo que deseamos, nos volvemos dependientes.
En realidad, esa es una gran falla en la comunicación entre las personas, algo muy común entre los matrimonios, por ejemplo, según coinciden los especialistas en la materia. “Es necesario preguntarle al otro lo que quiere y no intentar adivinar”, explican. “Al mismo tiempo, otros, esperan que el otro adivine, lo que también es una equivocación”, añade la psicoterapeuta Noely Montes Moraes. Cuando uno logra entender que ese diálogo es necesario, con el tiempo deja de ver al otro como “el salvador de las frustraciones” y la relación evoluciona. Ella también da un consejo: “note las señales de lo que le agrada al otro y, algo muy importante, de lo que no le agrada”. Marcella Carvalho de Almeida, psicóloga y coach, concuerda sobre este error, el de “la adivinación” y muestra que quien espera algo también es blanco de expectativas. “Imaginar la respuesta del otro y soñar con ella es algo inevitable y natural, forma parte de lo cotidiano. Podemos evitar el exceso cuando hay una desilusión por la respuesta recibida, haciendo que tomemos consciencia de que el otro es diferente y de que, por lo tanto, tiene respuestas diferentes. Si tenemos la conciencia de que el otro también espera algo de nosotros y que -fatalmente- también respondemos de otra manera, puede ayudar”.
Eso puede tener origen en la primera infancia, según Noely. “Cuando las necesidades son satisfechas en el momento, para un bebé, es cuestión de supervivencia. Sin embargo, con el tiempo, la persona debe entender que no será satisfecho en todo en el instante que lo desea”. Es el punto en el que la persona nota que la existencia del otro es más relevante que en la realización de sus deseos, como lo demuestra Marcella. “Vivimos con más de 7 billones de personas en el planeta, lo que significa que no coincidimos en las opiniones y que en algún momento seremos criticados y contrariados. Lidiar con esa frustración forma parte del proceso de individualización, constituido desde el nacimiento.”
Alguien que proyecta expectativas altas se inmoviliza, se limita, y no es capaz de aprender la forma de ser de las demás personas, como lo promueve el mecanismo de la vida. Noely cita el caso de una paciente que, en su cumpleaños, su marido le regaló una notebook con todo lo que ella necesitaba, pero le reclamó que deseaba flores. “Algunas personas tienden a mirar más hacia aquello que no logran, el lado negativo, y cierran los ojos a lo que tienen o reciben”. En el caso de la paciente, la terapeuta la hizo pensar en todo el esfuerzo que hizo su marido para conseguir la computadora – después de todo, él pensó todo el tiempo en agradar a su esposa. Recién entonces ella le dio valor.
Tolerancia
Se espera de las personas que maduren con el tiempo, con la edad. Pero no siempre sucede eso. “La tolerancia es algo que es necesario que madure con la persona. Si eso no sucede, se frustra, ya que no aprendió a lidiar con una expectativa, con un deseo”. Por eso, según ella, muchos caen en muchas dudas: quieren todo en al instante, no esperan la hora más apropiada, y lo que tenía que ser una conquista se convierte en un problema.
Abriendo los ojos a tiempo
Si construimos una idea rígida en nuestra mente de cómo deberá ser nuestro cónyuge, perdemos la oportunidad de conocerlo poco a poco y de tener sorpresas agradables con sus actitudes. Si soñamos demasiado sobre la persona que nos gustaría ser, pero no hacemos nada para que eso suceda, ¿cómo podemos querer cambiar? Sí, también podemos proyectar expectativas irreales y exageradas sobre nosotros mismos.
Marcella Carvalho de Almeida orienta sobre mirarnos en uno de los puntos en los que comienza el peligro. “Crear expectativa es algo natural, pero huye de eso cuando la expectativa comienza a arruinar la relación significativamente. Tener una pelea porque no tuvo la respuesta que esperaba forma parte de la relación, pero si esa pelea es constante y frecuente es nociva para el matrimonio y para el individuo.”
Un deseo exagerado es muy diferente a tener metas y objetivos y perseguirlos con dedicación y empeño. El éxito pertenece a aquellos que lidian con las personas basados en la realidad y no en cuentos de hadas en los que todos son “felices para siempre”, haciendo todo lo que queremos. El diálogo continúa siendo un gran remedio para muchos problemas entre amigos, parientes y matrimonios.
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