Comenzamos el estudio de las 7 manifestaciones del Espíritu Santo, con una palabra clara, directa y transformadora sobre la Justicia que agrada a Dios.
¿Cuál es el Espíritu de Dios? Para nosotros, que conocemos el Evangelio, es el Espíritu Santo. Ser obedientes a Él, es ser justos, porque Dios es Justicia.
Y brotará un retoño del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces dará fruto. Y reposará sobre Él el Espíritu del Señor, Espíritu de Sabiduría y de Inteligencia, Espíritu de Consejo y de Poder, Espíritu de Conocimiento y de Temor del Señor. Isaías 11:1-2
Las injusticias que cometemos despiertan Su ira. No hay razón para dudar ni desobedecer a Dios.
Él no espera que seamos perfectos, sino justos. Acá en la Tierra, somos imperfectos, pero podemos vivir con una conciencia limpia delante de Dios.
La primera manifestación del Espíritu Santo es el Espíritu del Señor. Sin embargo, es imposible recibirlo practicando la injusticia.
Para recibir Su Espíritu, hay que dejar atrás lo que nos aleja de Él. Porque cuando actuamos con injusticia, contaminamos todas las áreas de nuestra vida: la emocional, familiar, profesional, etc.
Todos los días, el árbol de la vida está a nuestro alcance. Podemos usarlo para hacer el bien o para hacer el mal. Elegir lo correcto depende de nosotros.
El Espíritu Santo no es agua ni viento. Es Dios mismo. Para que Él viva en nosotros, tenemos que decidir vivir en Justicia.
No hay pecados grandes ni chicos. La injusticia es todo lo que se opone a la voluntad de Dios. Nos quita la salud, la paz, el amor, e incluso puede llevarnos a la condenación.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados. Mateo 5:6
La Justicia nos fortalece. Nos da vida. Nos convierte en una base firme que nadie puede tocar.
El justo es un blanco en esta sociedad: lo van a odiar, insultar y rechazar. Sin embargo, ese es el precio debemos pagar.