En tiempos donde el éxito es obligatorio en todas las áreas de la vida, usted puede aprovechar sus aparentes derrotas para ser mucho más feliz.
El error, por el simple hecho de existir, ya es una gran victoria. Este prueba que usted no se quedó parado, sino que se esforzó y corrió atrás de algo en lo que creía. Mientras que toda acción es responsable por una reacción, la inercia no genera nada, ni para bien, ni para mal.
Hay quienes creen que el simple hecho de no equivocarse nunca representa el éxito. Se engaña a sí mismo. Es necesario caminar para alcanzar algo, con tropiezos o no.
Dicen que la vida es un espacio de tiempo para perderse, pero es preferible creer que la vida es un espacio de tiempo para aprender. ¿Y qué mejor que aprender de sus propios errores?
Si no necesitáramos aprender nada más, todo sería muy aburrido. Sí, haríamos cosas muy interesantes, pero no tendríamos motivos para vivir. No existirían objetivos para seguir adelante.
¿Quiénes somos cuando no recibimos respuestas?
Desde el intento del primer paso, aún siendo bebes, estamos en búsqueda de caminar. Ir siempre hacia adelante, nunca parar. ¿Pero quiénes somos mientras caminamos? Esa es nuestra forma de encarar los fracasos.
¿Quién es usted cuando se equivoca? ¿Quién es usted cuando sus oraciones no reciben una respuesta inmediata de Dios?
Muchos creen que no tener sus oraciones atendidas es señal de fracaso irreversible. Piensan que luchar y perder la batalla es prueba de que son más débiles que otros que consiguieron vencer aquel desafío. Están muy lejos de la verdad.
El tiempo no es del hombre, sino de Dios. Fue inventada una forma de contar el tiempo, pero no de controlarlo. “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”, dice Pedro en el tercer capítulo de su segundo libro.
La vida es el camino, y el tropiezo es momentáneo. Debemos ver los errores como motivo de perseverancia, como impulso para ir más hacia adelante, empeñándonos cada vez más. Aprovecharlos. Todo es un proceso de madurez, de transformación para lo que viene después. Equivocarnos nos hace ser humildes, y perseverar nos hace fuertes. Usando la fe como combustible, podemos superar y alcanzar cualquier objetivo. Como el mismo Pedro dice: “El Señor no retarda Su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca”.
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