Durante toda la primera quincena del mes de julio, la Universal está viviendo la fe de la Hoguera Santa de Israel, propósito que ha sido una divisoria de aguas en la vida de los que atienden al llamado del altar: el sacrificio.
Sin embargo, sacrificar no significa entregar dinero a la Iglesia, como muchos erróneamente piensan, sino ejercitar la creencia en la Palabra de Dios a través de actitudes, como explicó el obispo Edir Macedo, durante reunión realizada en San Pablo, el domingo 30 del corriente, cuando citó el siguiente versículo bíblico:
“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche.” Isaías 55:1
En el mundo capitalista en el que vivimos, ¿cómo es posible hacer compras sin dinero? El obispo Macedo explica:
“Cuando la persona no tiene dinero y tiene el poder para comprar es porque sacrificó todo, colocó su todo en el altar. El altar representa a Dios. Quien no toma eso en serio se queda afuera. Pero los que son sinceros, honestos, los que tienen pureza de corazón, esos que ponen todo en el altar, se quedan sin dinero para comprar otras cosas, pero reciben de Dios poder (fe) para comprar lo que quieran. Ahí está el secreto de este versículo. Dios sólo pide aquello que está disponible en nuestras manos. Él no presta atención a la cantidad, lo que hace la diferencia no es la cantidad de dinero, sino la fe que la persona tiene al entregar lo que posee en el altar quedándose a la expectativa del actuar de Dios.”
La intención del mensaje dejado por el obispo, no fue convencer a los fieles acerca de lo que se debe o no entregar a Dios, sino concientizarlos de que el camino a trillar, que traerá consigo las bendiciones tan deseadas, es el de la fe sobrenatural. “Si yo voy a ir por ese camino o no es otra historia. Si usted hiciera algo más o menos bueno, que es enemigo de lo mejor, usted no puede esperar lo que quiere. Tiene que hacer lo mejor. Así, la respuesta será inmediata, dependiendo de su creencia, de su fe. La respuesta que queremos de Dios depende de la disposición de nuestra fe, de nuestra entrega, de nuestra consideración al altar”, destacó.
Cuando la persona está dispuesta a sacrificar, lo hace creyendo que el Dios en el cual está buscando no es El que vive de la gloria del pasado, sino un Dios de milagros, de poder, de manifestación de cosas grandiosas, como concluye el obispo: “El Dios de Abraham, de Isaac, de Israel no vive de la gloria del pasado. Lo que glorifica a Dios son los hechos, no las historias. Todo lo que está escrito en la Biblia es bonito, pero yo quiero verlo en mi vida. Para que pueda ver las promesas de Dios materializándose en mi vida, tengo que darle un voto de confianza a ese Dios y lanzarme de cuerpo, alma y espíritu. Sin hacer uso de la emoción, sino utilizando la mente. Pues Dios no vive del dinero ni de la sangre, Él solo quiere la manifestación de su fe. Y cuando usted pone la en práctica, entonces allí son medidas su fe, su confianza, y su dependencia de Él.”