Nadia vivía en la miseria desde su infancia. «A pesar de que mis padres se esforzaban en trabajar, la plata no alcanzaba», recuerda y agrega: «Para poder alimentarnos, hacíamos sopa con los huesos para perros, que vendían en la carnicería, y juntábamos verduras de una quinta abandonada. Si quería juguetes o ropa, no podían comprarme. Crecí sin expectativas de un buen futuro», relata.
«Me convertí en adulta, formé mi familia y creía que, al salir de esa casa, iba a tener una posición económica mejor. Sin embargo, no fue así, la miseria seguía acompañándome. Aunque trabajábamos, vivíamos de prestado, no podíamos comprarnos ropa, dependíamos de otras personas que nos pagaban las cuentas y el alquiler, hasta nos habían ofrecido pagar la cuota del colegio de mi hija. Eso era humillante. Solo podíamos comprar lo necesario para comer, no sabíamos a dónde se iba el dinero», asegura.
Hasta que un día conoció la Iglesia Universal y empezó a participar de las reuniones. «Ahí aprendí que había un mal trabajando en mi vida, que Dios podía cambiar esa situación, necesitaba entregar todo en manos de Dios y pedirle que me sustentara», asegura y añade: «Decidí hacer una alianza con Él y el cambio ocurrió. Esa misma semana, me aumentaron el sueldo».
Desde ese momento, la vida económica de Nadia cambió. «Las puertas de nuestra economía se abrieron, prosperamos, cambiamos el auto, pagamos las cuentas, dejamos de depender de otros y pasamos a depender de Dios. Mi esposo, que era un empleado en el negocio familiar, pasó a ser uno de los dueños y las ventas crecieron, los productos se comercializan en todo el país y también recibe consultas del exterior», relata.
Hoy su vida está transformada. Por eso, anima a otros a hacer lo mismo que hizo ella. «Invito a las personas que están leyendo este testimonio a que prueben y hagan una alianza con Dios, Él es fiel y responde».
Ella asiste a la Iglesia Universal ubicada en Mitre 515, Escobar.