Desde los once años, Florencia asistió a la Iglesia Universal, pero en su juventud tomó la decisión de alejarse. «Cuando cumplí dieciocho, me fui a estudiar a otra localidad, dejé de ser constante en participar de las reuniones y, finalmente, me aparté por completo», recuerda.
Los meses siguientes, experimentó un período de tormento. El abandonar la fe se tradujo en una serie de dificultades personales. Ella detalla: «Estuve alejada de Dios durante dos años, pero para mí fueron eternos. Comencé a experimentar crisis de pánico, lloraba todas las noches y me invadían pensamientos de muerte. Además, me vi envuelta en el vicio del alcohol. Por eso, de manera constante trasnochaba para participar de fiestas».
LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD
Abrumada y triste por la situación, un día, en un momento de reflexión, decidió cambiar el rumbo de su vida. «Me puse a pensar dónde había sido feliz antes y me acordé de los días en los que iba a la iglesia», señala Florencia.
Ese recuerdo la impulsó a hacer una oración. Ella relata: «Le pedí a Dios que me diera fuerzas para volver a participar de las reuniones. Luego de eso, esa misma noche pude dormir bien después de mucho tiempo».
Decidida a recuperar la paz, comenzó a asistir a la iglesia y la transformación llegó. «Todo empezó a cambiar. Me alejé de las malas compañías que me hacían daño y dejé el vicio del alcohol», afirma.
Hoy su vida es diferente y su fe se encuentra renovada. Florencia asegura: «Ya no tengo crisis de pánico, ansiedad ni pensamientos negativos y de muerte. Gracias a Dios, volví a ser una persona feliz».
Ella asiste a la Iglesia Universal ubicada en Almte. Brown 241, Bahía Blanca.
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