Es un proceso delicado en la vida de una pareja y, cuando deciden no vivir más juntos, enfrentan muchos obstáculos.
Si tienen hijos, comienzan a ver quién se quedará con la custodia; se sienten inseguros en relación al futuro; otros están tan lastimados que dejan de creer en el amor; sufren el juicio de los demás por no haber logrado que el matrimonio funcione; la gente se aleja de ellos; no logran empezar una nueva relación porque un día ya estuvieron casadas.
Una parte de la sociedad todavía condena mucho a quienes se divorciaron. Pero a pesar de que muchos dudan de la posibilidad de volver a empezar después de una separación, sepa que se puede.
El primer paso es reflexionar sobre lo que sucedió, vencer el dolor y aprender de los errores. Después, es necesario invertir y prepararse para una futura nueva relación.
Por eso, en la Terapia del Amor también se trabaja con quienes están divorciados, atravesando un proceso de divorcio y también con quienes apenas están comenzando a pensar en una posible separación. Se dan consejos especiales sobre cómo lidiar con esa fase y blindarse de una forma inteligente.
Para aprender más sobre estos temas, participe de la Terapia del Amor este y todos los jueves a las 10, 16 y especialmente a las 20 h, en Av. Corrientes 4070, Almagro.
El amor renació en la Terapia
Ramón y Griselda conocieron la Terapia del Amor en una situación crítica. Estaban separados y vivían bajo el mismo techo, las agresiones y peleas eran moneda corriente. “Nuestra relación era un infierno, no había paz en casa. Yo le recriminaba mucho a mi marido, él se quejaba de mí porque tenía un carácter muy fuerte”, reconoce Griselda.
Por tantas peleas y crisis de pareja, Ramón pensó varias veces en irse de la casa, pero no lo hacía por no tener dónde ir: “Uno se casa para ser feliz, pero en nuestro caso sucedió todo lo contrario, había peleas, odio, no había un momento de paz o de compañerismo, yo ya no sentía más nada por ella, nos golpeábamos mutuamente, no nos valorábamos. Era como vivir con una extraña bajo el mismo techo”, reflexiona.
Las peleas podían desatarse por cualquier motivo. “Un día le serví la comida – dice Griselda – y como no le gustó me dijo que no servía para nada, que no sabía ni cocinar. Me enojé y empezamos a arrojarnos las cosas. En ese momento pensé en matarlo. A la noche tomé un cuchillo y esperé a que se durmiera, pero no lo hice”.
Esta situación de caos era notoria entre los vecinos, y fue justamente una de ellos la que los invitó a la Terapia del Amor. “Primero aprendí a ser una buena esposa, me di cuenta lo equivocada que estaba y empecé a cambiar. Él seguía buscando pelea, pero yo dejé de contestarle. Así, notó mi cambio y vino conmigo. Ese fue el inicio del matrimonio bendecido que tenemos hoy. Somos muy compañeros, nos amamos, en casa hay paz y felicidad, somos felices”, finaliza.
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