Un domingo inolvidable en el Templo de los Milagros, marcado por la entrega del Aceite Consagrado en Tierra Santa.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados. Mateo 5:6
Nuestra alma tiene hambre y sed de justicia. Muchos fueron injusticiados en el ámbito laboral, social, familiar y hasta nacional.
La justicia de Dios es la paz. Hay personas que tienen de todo, pero no disfrutan de nada por ese motivo: les falta paz.
La justicia llega a través del perdón de Dios cuando hay arrepentimiento de nuestra parte. Para Él, todo el pasado se vuelve como la nada misma.
Dios es la persona que más desea hacer justicia. La injusticia es todo error y pecado que nos roba la paz.
Él no nos creó para permanecer en la práctica del error y el pecado. Una vez que aprendemos a vivir en la justicia, debemos dejar de practicar la injusticia.
Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Romanos 5:1-2
Si no tenemos paz, estaremos intranquilos con Dios, con nosotros mismos y con los demás.
La persona con la que más hemos sido injustos es con nuestro Padre. Si no hay justicia, no hay vida, amor, disciplina, fuerza ni esperanza.
La fe no permite que estemos indecisos, sino que tengamos certeza de todo, porque sabemos que Él siempre nos va a justificar.
Así como nuestro cuerpo físico, nuestro cuerpo espiritual también necesita beber y alimentarse (de la Palabra) para sobrevivir todos los días.
Debemos santificar el nombre de Dios con ejemplos y testimonios de carácter, fe y vida en cualquier lugar, no solo dentro de la iglesia.
La paz va de la mano de la alegría de la Salvación. Quien tiene hambre y sed de justicia, nunca deja de santificar Su nombre.
La justicia de Dios significa aceptar Su voluntad. Cuando lo hacemos, estamos aceptando toda la justicia.
Porque tú eres grande y haces maravillas; solo tú eres Dios. Enséñame, oh Señor, tu camino; andaré en tu verdad; unifica mi corazón para que tema tu nombre. Salmos 86:10-11
Dios es el único creador y todopoderoso: solo hace cosas grandes. Las maravillas que Él nos da van más allá de lo que el dinero puede comprar.
Estando con Él, no podemos aceptar cosas pequeñas ni por debajo del promedio. No se trata de cantidad, sino de calidad.