No. Nadie es perfecto. Y, probablemente, nadie jamás lo será.
Desde que comenzó a contarse la Historia – o tal vez antes -, el hombre busca la perfección. Interior y exteriormente, toda la humanidad evoluciona solo cuando el perfeccionamiento se completó. La cantidad de nuevas tecnologías, nos lo posibilitan cada vez más y con mayor facilidad.
Sin embargo, la búsqueda de la perfección, es peligrosa. En la mitad del camino, muchas personas comienzan a creer que realmente alcanzaron el estado máximo de su ser, que no necesitan más perfeccionamientos. Sea en un ámbito general o relacionado a alguna práctica, como por ejemplo la práctica de un deporte, siempre podemos encontrar a alguien que cree haber alcanzado su límite.
Pero si se alcanzó la cima, ¿hacia dónde ir después?
La persona que se considera perfecta no busca una evolución, ya que cree ciegamente que no tiene ningún otro lado hacia donde crecer. Wolfgang Amadeus Mozart mostró el talento que poseía a los cinco años. Cuando llegó a su adolescencia, ya había dado conciertos para la realeza de su región y era considerado uno de los mayores músicos del mundo. La cima ¿correcto? ¡Error!.
Mozart continuó componiendo, practicando, aprendiendo, creando y presentándose. Si se hubiera mirado a sí mismo como un músico perfecto, jamás podríamos haber conocido “Requiem”, considerada por muchos la más bella sinfonía compuesta, que creó al alcanzar los 35 años.
Es necesario buscar la virtud, la mayor perfección, y el desarrollo. Aun así, es tan importante como es saber que siempre existe algo que aprender. Y, sólo sabiendo que siempre poseeremos un potencial aun inexplorado, evolucionaremos.