Con más de ocho mil promesas, las Escrituras Sagradas proporcionan la solución para todos los tipos de problemas, pero estas dependen de la fe para concretarse
A lo largo de los años, la Biblia fue el blanco de duras persecuciones. En diferentes periodos, líderes políticos y religiosos se levantaron contra el Texto Sagrado, impidiendo que llegara a las personas. Actualmente, la lectura de las Sagradas Escrituras está prohibida en muchos países, como Corea del Norte, China y Maldivas. Y vos, amigo lector, ¿ya te detuviste a cuestionar cuál es la amenaza que la Biblia representa?
La Biblia es mucho más que historias, es la Palabra de Dios. Esta expresión ya es muy conocida, principalmente en el ambiente cristiano, pero no todos tienen la verdadera dimensión de lo que significa. La Biblia dice que la Palabra es una espada y un escudo, un arma de ataque y de defensa; exactamente lo que necesitamos para vencer los problemas. Independientemente de la situación que estés viviendo, sea difícil o imposible de resolver ante tus ojos, para Dios no lo es. La Palabra de Dios no conoce lo imposible.
La apertura del mar, el sustento en el desierto, la multiplicación de los alimentos y la cura de los leprosos son algunos de los milagros que están descriptos en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, estos no se restringen al pasado. Podemos leer, en Mateo 24:35, que el Señor Jesús cierta vez afirmó:
«El cielo y la tierra pasarán, mas Mis palabras no pasarán». Mateo 24:35
Este es uno de los versículos que garantiza que el Dios que operó milagros y maravillas sigue presente en los días de hoy. El suelo, la tierra que está debajo de tus pies pasará, los cielos pasarán, pero la Palabra de Dios nunca será cambiada.
Escudo en medio de las guerras
Cuando una persona tiene el entendimiento de la grandeza de Dios, cualquier palabra humana pierde credibilidad, es decir, un diagnóstico médico, una decisión de la justicia, una crisis conyugal o cualquier otra palabra de destrucción no le quitan la paz. Eso sucede porque la Palabra de Dios es completa y proporciona la solución para todos los problemas.
De esta manera, es importante entender que un conflicto no es físico, sino de palabras: la palabra del mundo contra la Palabra de Dios, y vence la que está dentro de cada uno. El que escucha la voz de las personas, que representa la voz del mundo, se inclina delante de esta y se vuelve débil. Por otro lado, el que absorbe los pensamientos de Dios se inclina delante de Él y Lo sirve con su vida. En otras palabras, de las dos una, o servís a Dios o servís a este mundo, que representa al diablo.
El Señor Jesús fue tentando por el diablo, pero venció las tres embestidas del mal por medio de la Palabra de Dios. Tal vez perdiste muchas batallas por apelar a lo que dice la ciencia y olvidarte de los que dice el Señor. Esta es la realidad. El problema no es que las personas no tengan fe, porque sí tienen, sino que la palabra de la ciencia sea más fuerte que la de Dios; por eso ellas pierden.
Si tenés fe en la Palabra de Dios, delante de una situación difícil tenés que pensar: «Yo no acepto esto». Ese es el secreto de la fe. Si apoyás tu vida en la Palabra, vas a vencer. Si apoyás tu vida en lo que las personas dicen, vas a perder.
Espada para conquistar
Como se mencionó anteriormente, además de servir como protección, la Palabra de Dios también es una espada, es decir, un arma de la fe para conquistar lo que está prometido. La Palabra es el Espíritu Santo, que, en el nombre de Jesús, se cumple en la vida del que cree, del que se lanza, del que se sumerge y no depende de terceros. Esta entrega total del ser humano llama la atención de Dios, quien se ve obligado a honrar a los que Lo honran.
No es suerte ni mucho menos destino, sino fe. La buena noticia es que ese poder está a disposición de todos, independientemente de si la persona es católica, espiritista, evangélica, delincuente o pequeña; todos los que creen en la Palabra reciben. Sin embargo, los que no creen, sea quien sea, no reciben, porque delante de Dios solo es justificado el que vive por la fe. Esa fe, esa fuerza espiritual, proviene del Espíritu Santo, cuando está apoyada en la Palabra de Dios y en el nombre del Señor Jesucristo.
De esta manera, el que cree pasa a tener derecho de ver el cumplimiento de las promesas Divinas. No obstante, la conquista de estas promesas no es automática y depende de la manifestación de la fe. El que tiene la vida fundamentada en las Escrituras no se abala por lo que sucede en su exterior y tiene fuerzas para luchar.
El papel de cada uno de nosotros
Muchas palabras confrontan la realidad del ser humano, poniendo a prueba su fe y diciéndole que es imposible realizar algo. A su vez, la Palabra de Dios presenta la solución por medio de las promesas del propio Creador. En Números 23:19, está escrito:
«Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. ¿Lo ha dicho Él, y no lo hará?, ¿ha hablado, y no lo cumplirá?». Números 23:19
El que cree tiene derecho a alcanzar la respuesta de Dios en su vida. No es una cuestión de merecer o no, sino de fe, de usar la inteligencia y la razón; no es nada emocional ni sentimental. Para obedecer la Palabra, la persona debe negar su propia palabra, su propio deseo y su propio corazón.
Es necesario reforzar que la respuesta de Dios no siempre es inmediata, pero esto no significa que Él falló. Al contrario, Dios es fiel, pero no es nuestro siervo para hacer todo lo que pedimos, en el momento que queremos; Él sabe lo que necesitamos. Nosotros somos siervos y Él es el Señor. Nuestro papel es perseverar y creer que el Altísimo tiene el control de nuestra vida. El que cree espera, el que cree se mantiene firme, confiando en lo que está escrito.