Muchos de los jóvenes que se encuentran en los institutos de menores están marcados por un pasado cruel: sufrieron abandono en la infancia, crecieron en un ambiente hostil en el que la delincuencia y las adicciones son moneda corriente, padecieron abusos, maltratos y todo tipo de perversidad.
Por eso, los voluntarios del grupo les enseñan que, si Le entregan sus vidas al Señor Jesús, Él curará las heridas de su alma y los transformará en nuevas personas, aptas para reinsertarse en la sociedad.
A continuación, mirá el trabajo que los voluntarios realizaron en el Instituto Julio A. Roca, en Tucumán.