¿Cuál es su don? ¿Usted lo ha enterrado o ha obedecido a su llamado?
Él no tenía ninguna capacidad con las artes. Vivía en el desierto junto a una multitud. De donde salió, la tierra era rica, sin embargo opresora, ríspida. Enfrentó dificultades como tantos otros que, casi en la nada, entre el cielo y la arena, debieron creer, ya que la fe era su única seguridad.
Un día, Dios quiso que se construyese un lugar para Si, pero debería haber hombres aptos para esa tarea. Sin embargo, ¿Quién sería?
Había un hombre de una tribu, de nombre Bezalel, que fue llamado por su nombre por Dios, para cuidar de la creación de los utensilios de Su Tabernáculo. Él no tenía el talento para artífice, pero sería el artesano, diseñador, ingeniero, arquitecto, orfebre, diseñador, investigador y todo lo que fuese preciso, pues sería debidamente capacitado para eso:
“Mira, Yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, y en artificio de piedras para engastarlas, y en artificio de madera; para trabajar en toda clase de labor.” Éxodo 31:1-5.
Bezalel era un hombre común de la tribu de Judá, sin experiencia en ninguna de las habilidades citadas, pero fue llamado por Dios para hacer lo que muy probablemente no sabía. Y, por eso, en el desierto y del desierto, tuvo que proveer lo mejor para su trabajo.
¿Ya se imaginó trabajando en un lugar como ese, haciendo lo que nunca hizo, teniendo que “fabricar” y producir objetos que nunca había visto, lidiar con metales y otros desafíos que jamás imaginó y, nada más y nada menos, que para el propio Dios? Y sí, Bezalel tuvo que arreglárselas para no salir mal parado ni decepcionar por la confianza otorgada.
Hacer lo mejor no es algo simple. Se exige sacrificio y paciencia, porque habrá momentos de pura tierra seca y viento áspero. Habrá días en que el sol estará tan fuerte que lo único que usted va a querer es alivio para el calor extenuante – lo que significa que quien anhela llegar donde no imagina, facilidad es una palabra improbable.
Es como aquel atleta que busca superarse a sí mismo delante de sus adversarios. Él sabe que no es fácil ser extremadamente exigente con el propio cuerpo y ni hablar de ser disciplinado con las propias voluntades. Sabe que si no consigue tener dominio sobre sus muchas emociones, no podrá dominar la mente y garantizar la autoconfianza, para superar sus límites.
Bezalel no llama la atención sólo por sus creaciones en un lugar desolado y estéril, como en el desierto, sino porque fue allí, en la infertilidad de la tierra y en las dificultades de las circunstancias, que permitió ser capacitado y no negó en ningún momento el don que le fue concedido.
Bezalel no era capaz, pero fue capacitado; no era habilidoso, pero fue habilitado; no tenía el conocimiento debido, pero aprendió a hacer lo que era necesario. Porque, antes de cualquier cosa, fue lleno por el Espíritu de Dios.
Y en su caso, ¿Cuál es su don? ¿Usted lo ha enterrado o ha obedecido a su talento? O, yendo más allá, ¿usted sabe al menos para qué fue llamado?
El próximo ayuno de Daniel es una gran oportunidad para que usted se llene del mismo Espíritu que rebozó en Bezalel, y que, así como ocurrió con él, lo hará traspasar sus propios límites y expresar sus talentos que, tal como él, tal vez ni sepa poseer.