Jimena: «Antes de llegar a la Iglesia Universal, mi vida estaba destruida. Escuchaba voces, no dormía por las noches y tenía depresión, debido a que el papá de mi hijo nos había abandonado.
Económicamente estaba muy mal porque no trabajaba, mi hijo era recién nacido, no teníamos para comer, vivíamos de prestado y estábamos en la miseria.
Por otro lado, me habían detectado asma crónica. Me costaba respirar y había noches en las que no dormía a causa de eso. Además, me salían llagas en todo el cuerpo, los médicos no encontraban la cura, solo me inyectaban medicación para aliviar los dolores.
Una noche, estaba mirando la televisión y vi un programa de la Iglesia Universal donde un pastor justo hablaba acerca de todo lo que me estaba pasando. Luego, mostró un testimonio de una persona que había atravesado lo mismo que yo. Entonces, anoté la dirección y fui a una reunión. Esa noche pude dormir en paz.
Comencé a perseverar en las reuniones y me sané, conseguí trabajo y estaba alegre. Llegué a ser obrera, me preocupaba por las cosas de Dios, por obedecer Su Palabra, pero hubo un momento en el que les di prioridad a mi vida sentimental y a mi trabajo.
Entonces, de a poco, dejé de participar de las reuniones. Conocí a una persona que aparentaba ser muy buena, pero, cuando decidí dejar todo por él, descubrí que tenía vicios y era violento. Sufrí maltratos, golpes y humillaciones. Incluso fui a la Justicia y me dieron un botón antipánico porque en dos oportunidades me había roto la nariz.
Quería volver a la iglesia, pero no tenía fuerzas. Todos los días me sentía triste, vacía y sin razones para vivir. Toqué el fondo del pozo cuando me enteré de que mi hijo había tenido un accidente junto a su esposa. Los médicos no le daban muchos días de vida. Solo esperaba lo peor, no soportaba más el dolor y el sufrimiento que estaba enfrentando. Pensaba que mi vida no tenía sentido, había perdido todo y lo poco que me quedaba lo estaba perdiendo.
Recordé a una persona de la iglesia y le envié un mensaje. Le conté lo que estaba pasando y ella me dijo: «Jimena, volvé a la iglesia, en el Altar está la respuesta». Eso bastó para decidir volver. Al día siguiente, fui y me entregué a Dios, decidí oír Su Voz de nuevo. No fue fácil, tuve que rechazar muchos malos pensamientos, perdonar y perdonarme. Mi primera oración fue: «Yo me quiero entregar. No sé qué va a pasar con mi hijo, preciso en este momento tu presencia».
Luego, me bauticé en las aguas, comencé a levantarme por las madrugadas para buscar al Espíritu Santo y tuve mi encuentro con Dios.
Una noche, cuando regresaba de la reunión, desde el hospital se comunicaron conmigo para decirme que había esperanzas de que mi hijo siguiera con vida.
Dios me devolvió todo lo que yo había perdido y que pensaba que nunca más iba a recibir: el Espíritu Santo, la paz, la alegría y a mi hijo. Prioricé mi vida espiritual porque sabía que eso era la base de todo. Cuando coloqué a Dios en primer lugar, Él hizo que todo lo demás sea nuevo. Hoy mi hijo está con vida y, junto a su esposa, sirven a Dios y ayudan a los que sufren. Soy una nueva Jimena».
Jimena, asiste a la Iglesia Universal ubicada en Av. 14 N°4481, Berazategui.