Era de madrugada. Los pensamientos de muerte la ensombrecían. Unas voces la atormentaban y le sugerían que se matara. En un acto de desesperación, ella sale de su cuarto y se dirige hacia la cocina. Con las manos temblorosas, toma una cuchilla y apunta a su pecho. Sería el fin a tanta agonía.
Aun aferrada a la cuchilla, en medio a un torbellino de pensamientos terribles, súbitamente vino a su memoria una Biblia que siempre estaba en el estante de la sala. Lentamente fue bajando la cuchilla, hasta soltarla definitivamente.
Caminó hasta el living y con la Biblia en manos, le pidió a Dios que le mostrara una salida, ya no soportaba más tanto sufrimiento.
Desde la adolescencia, la joven Mónica Franco, de 27 años, sufría conflictos interiores y problemas familiares. Encontró en el rock la fuga que necesitaba para sus crisis existenciales e, influenciada por las letras de las canciones, se volvió una adolescente triste y vacía.
Pasó a tener síndrome de pánico – se encerraba en su cuarto y se quedaba hasta 3 días sin comer y sin dormir. En ese período, lloraba y escribía cartas con ideas suicidas. Hasta que fue diagnosticada como maníaca-depresiva.
Esa no era la primera vez que Mónica pensaba en concretar su idea de muerte. En otras ocasiones, ya había intentado el suicidio tomando remedios.
Pero, aquella madrugada, decidió usar un método más “eficaz”. Aun así, algo la hizo cambiar de idea y, en vez de eso, clamó a Dios y Él vino a su encuentro.
Cuando pensó que la cuchilla era la salida que buscaba para su tormento, Dios le mostró la Espada.
“Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” Hebreos 4:12
En aquella misma semana llegó a una Universal. Allí encontró el verdadero sentido de la vida. Conoció al Autor de la vida.
Cuando regresó a casa ya no era más la Mónica depresiva y vacía. Estaba en paz. Todo a su alrededor continuaba igual, pero en su interior había paz, una alegría, una tranquilidad, una seguridad, un deseo inmenso de vivir, como jamás había tenido antes.
“Llegué a mi casa feliz. Tiré los calmantes y todo el material de rock gótico a la basura. Yo sabía que no sería fácil, pero iba a vencer”, recuerda.
Hoy, Mónica es una mujer feliz y realizada y colabora para que otras “Mónicas” encuentren el Mismo Camino que ella encontró. Porque para Mónica, “es un privilegio poder ayudar a otras personas.”
En la Universal usted encontrara personas dispuestas a brindarle una mano amiga. Busque una iglesia más cerca de su hogar, haciendo clic.