Ellos crecieron y los padres, muchas veces, no se dan cuenta – o simplemente no quieren creer, pasándolo por alto. Así, insisten en tratarlos como a niños, cuando ya están en la etapa de la adolescencia. Y peor: cuanto más los padres actúan de manera incorrecta en esa etapa llena de cambios en la vida de los hijos, más de alejan de ellos.
Hoy hablaremos de los padres que no entienden que los hijos crecieron y que necesitan – además de espacio – mucho respeto. Y no sirve intentar esquivar las etapas, tampoco minimizar los descubrimientos que ellos harán de la vida.
Los hijos pasarán por ellos – quiéralo usted o no-, y si los padres son responsables y comprensivos, todo estará bien, puede estar seguro.
Un ejemplo de esto es la familia de la corredora de inmuebles Sheila Bignardi, de 40 años. Ella es madre de dos hijos: Gustavo, de 6 años – que aún está lejos de la etapa de la adolescencia – y Michelli (a la izquierda en la foto de abajo), de 15 – en plena actividad juvenil. Y Sheila afirma no tener grandes problemas.
“Gracias a Dios, Michelli y yo somos muy cercanas. Siempre valoré mucho su amistad, la acompañé – y la acompaño – en los cambios, sin estrés, después de todo, ellos crecen, tengo esa conciencia”, cuenta.
Aún así, resalta Sheila, que adelante de los acontecimientos cotidianos, parece más una hermana que madre.
“Por causa de eso, muchas veces tengo que recordarle esa posición. Sin embargo, generalmente, somos compañeras y amigas. No podemos exigir que nuestros hijos estén cerca todo el tiempo. Es necesario respetar y entender cada etapa para vivir de la mejor manera posible”, dice la corredora.
Cambios y alegrías
Otro gran ejemplo positivo de ese cambio es el de Renata Renna, tiene 44 años, madre de Matheus, 15 años (foto abajo). Para ella, la alegría de las transformaciones en el joven es una mezcla de nostalgia y miedo, pero de muchas alegrías también. Y ella tiene plena convicción de que el respeto construido en la infancia se refleja ahora, en esta importante etapa de su vida.
“Ellos crecen muy rápido. Un día usted no puede entrar más al baño con él; al otro, no quiere cambiarse más al frente suyo. De repente, en una conversación, usted percibe una desafinación en la voz – está más grave. Los granos aparecen por aquí, puntos negros por allá. Son raros los momentos en los que quiere caminar de la mano con la madre en la calle. Pero dentro de casa, aún se sientan en su regazo, aman las caricias y los besitos”, destaca Renata.
“Sin darme cuenta, yo la sofocaba mucho”
Ya, en la familia de Rosane Oliveira, 55 años, la historia fue un poco diferente. Madre de dos hijos – Luciana, hoy de 31 años (foto de abajo, junto a su madre) y Lucas, de 16 años -, ella enfrentó muchos problemas durante la adolescencia de la joven.
“La crié muy asustada con lo que el mundo pudiese hacerle. Le prohibía todo; cuestionaba, inclusive, sus amistades. Sin percibir, la sofocaba mucho con mis miedos, y eso la alejó de mí. Hasta que me pregunté: “¿Qué estoy haciendo con mi hija? Ella creció.” Rosane recuerda que, a pesar de conocer a Dios, en esa etapa difícil de su vida fue necesaria mucha perseverancia y sabiduría para cambiar el rumbo de la historia.
“Al mismo tiempo que ella estaba cerca de nosotros, también estaba lejos. Su cuerpo estaba presente, pero la mente, el pensamiento, muy lejos. En esa época, a pesar de los conflictos y del dolor de verla lejos de nosotros y de la fe – porque Luciana construía su mundo al sonido de las canciones del momento, salidas y paseos con sus amigos -, busqué fuerzas y entendimiento en Dios para lidiar con esa situación”, resalta Rosane.
Ella comenzó a luchar, a orar y a hacer cadenas en La Universal por su hija. “Estaba determinada a vencer aquel mal que quería destruirla. Poco a poco con sabiduría, fui conquistando su amistad y todo se fue transformando.”
Rosane dijo que no recuerda cuanto tiempo perseveró, pero que el cambio sucedió. “Ella se convirtió y Dios hizo la obra por completo en su vida, en todos los sentidos. Hoy Luciana está casada y hace la Obra en el Altar. Solo agradezco por todo lo que Dios hizo y ha de hacer en la vida de ella y en la de mi familia”, finaliza Rosane, que hoy es coordinadora del proyecto Madres en Oración en Florianópolis (Santa Catarina), un grupo en el que se junta con madres para, unidas, orar y clamar a Dios por sus hijos.
Si usted quiere aprender a actuar con esa fe y alcanzar la victoria en la vida de sus hijos, únase al Proyecto Madres en Oración, en la Universal de Almagro, Av. Corrientes 4070.
(*) Testimonio Rosane: con informaciones del blog madres en Oración
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