No es necesario mirar mucho hacia los costados para notar cuánto la era digital ha afectado la relación entre las personas. Hay personas que llegan a la casa y ni miran a los miembros de su familia, pensando en irse directamente a revisar lo que es más importante en internet.
La tecnología ha conectado a personas que están distantes, pero ha alejado a las que están muy cerca. Esto contribuye al “enfriamiento” de la relación familiar. El problema es tan grave que existen hijos reprendiendo a sus padres que no pueden dejar el celular apagado, como lo demostró un estudio realizado por la revista infantil estadounidense Highlights. El estudio identificó que el 62% de los niños entre 6 y 12 años se quejan que sus padres están muy distraídos para escucharlos y que uno de los responsables por esto es el celular, el 28% de las quejas, padres y madres estaban muy entretenidos con el aparato que ni les prestaban atención a sus hijos.
Si quedarse delante de la pantalla de la computadora hace que muchas personas se olviden incluso de sus compromisos personales, ¿qué decir de su relación con Dios cuando internet es utilizada de una forma indiscriminada y sin límites?
El estudiante de oficial náutico Alan David Bitencourt Martins, de 26 años, (foto de al lado) se dio cuenta que era un adicto a internet cuando notó que la relación con su familia ya había sido afectada.
Él pasaba horas conectado, dormía a la madrugada y se despertaba de mal humor, lo que dificultaba la buena convivencia con sus familiares.
La madre de Alan pronto se dio cuenta que él estaba perdiendo el control. “Ella decía frases como ‘estás todo el día sentado frente a esa computadora’, ‘¿escuchaste lo que te pregunté? No me das más atención’. Mis amigos me apodaron ‘hurón’, porque siempre que planeaban alguna salida yo faltaba.”
Como resultado del uso excesivo de internet, Alan llegó a invertir las prioridades. “Tuve peleas a causa de la computadora. Cuando mi hermano venía de lejos, yo ni me levantaba de la computadora para atenderlo y realmente fui enfriándome. Dejé compromisos de lado para quedarme jugando en internet o revisando timelines en las redes sociales”, cuenta.
Cuando se dio cuenta que el uso de forma exagerada también afectaba su vida espiritual, comprendió que debía poner límites. “Había dejado de ir a algunos eventos de la iglesia para quedarme en la computadora. Si tuviera que clasificarlo como un riesgo para mi fe en una escala del 0 al 10, sería 10. Tenemos que vigilar mucho, porque internet sabe seducir muy bien a los que no tienen compromisos frente a la pantalla. Entonces, me propuse absorber en primer lugar el alimento espiritual. Primero leo algo de la fe, después informaciones seculares y nunca dejo de hacer algo para Dios a causa de internet”, afirma.
Desde el comienzo del año, él determinó horarios para navegar en la red y prioriza el contacto personal con las personas. “En la computadora tenemos una inmensidad de entretenimiento, pero debemos reconocer que Dios y después la familia son mucho más importantes. Siempre que tenga un tiempo libre, antes de pensar en ir directamente a internet, busque otras actividades que puedan ocupar ese tiempo”, recomienda Alan.
Enfriamiento espiritual
Muchas personas han exagerado en el uso de internet, por poner celulares y computadoras delante de su vida personal, familiar y, principalmente, espiritual.
El obispo Odivan Pagnocelli destaca que internet es muy útil, pero que debe utilizarse con sabiduría. “Internet puede volverse un vicio como cualquier otra droga. Obviamente, cuando eso ocurre, lo primero que se deja es la comunión con Dios, lo que trae consecuencias tristes para la vida de la persona”, argumenta.
A veces, usted hace oraciones pidiéndole a Dios que Él supla sus necesidades, pero, después de hablar con Él, corre hacia internet y no escucha lo que Dios tiene para decirle a través de Su Palabra. ¿Cómo Él le dará la dirección que tanto pide si usted está con la mente ocupada? “Para mantener el equilibrio, la persona tiene que estar alerta todo el tiempo y poner disciplina en el uso de internet, como algo que pueda sumar y no consumir su vida y sus energías”, informa el obispo.
Establezca límites. No deje que el uso indiscriminado de internet interfiera en su convivencia y, sobre todo, en su comunión con Dios. “Cada persona debe analizar cuánto tiempo de su día se rinde a la tecnología y con qué propósito. Debe pensar que ha añadido esto en su vida en general y, sobre todo, en su vida espiritual”, concluye el obispo Odivan.
[related_posts limit=”17″]