El aseo y el cuidado de la apariencia son preocupaciones de todo ser humano, que no deben comprometer su relación con su imagen personal, ni convertirse en alguien irreconocible para sí mismo. La preocupación exacerbada de la vanidad y la búsqueda de la perfección exterior desvaloriza la belleza de hombres y mujeres, porque no reserva tiempo ni espacio para admirar los valores y convicciones de cada uno.
Entonces, ¿por qué algunas personas buscan ser lo que no son, acentuando defectos en sí mismas, buscando las mejores cualidades en los demás, en lugar de explorar lo mejor que hay en ellas? Realmente, muchos sufren enfermedades y obsesiones, trastornos de imagen que les impiden ver su propia belleza interior y solo esperan ser valorados a partir de sus disimuladas transformaciones.
Decenas de continuas cirugías plásticas, centenas de opciones de implante e incluso partes arrancadas del cuerpo alimentan una farsa, dictada por padrones de belleza, muchas veces consumidos desde la infancia. Hombres y mujeres “muñecos” modifican sus rostros y cuerpos a cualquier precio, con el objetivo de parecerse a los juguetes Barbie y Ken, por ejemplo.
Contra la corriente
Recientemente, un artista recreó una de esas muñecas, pero con las medidas reales de una adolescente norteamericana de 19 años. La muñeca, que retrata a una joven común, es más baja, tiene más cuerpo y no es menos bonita que la muñeca original, esa que dicta el modelo de belleza mundial muy estilizado, alto y delgado.
Pero más allá de las buenas iniciativas que puedan encender la discusión sobre nuevos comportamientos, lo más importante para lidiar con esa situación es entender que no existe la felicidad donde solo hay una búsqueda frenética de la belleza exterior o por ser otra persona, un personaje, y no ser usted mismo.
Cuando las máscaras caigan, y no haya más público para “hombres y mujeres muñecos”, es cuando se darán cuenta que jugaron con su propia vida en vano. Por eso, no debemos dejarnos impresionar por aquello que la sociedad dicta como bonito. Quien necesita ayuda debe reconocer que se dejó llevar por la vanidad y buscar el Verdadero alimento del alma, para poder así rescatar su identidad individual.
“ Ciertamente las muchas palabras multiplican la vanidad. ¿Qué más tiene el hombre?” Eclesiastés 6.11