Hoy Cinta usó su fe. Después de un día lleno de problemas como el de ayer, se fue a dormir sintiéndose la peor persona del mundo. Quería morir por eso, empezó a imaginar cómo sería todo si pudiese desaparecer de la faz de la tierra. Aquella fue la noche más larga de su vida y, durante un momento, llegó a tener fiebre. Aun así, Cintia determinó en su corazón que iría a cambiar, reparando todo el mal que había causado a las personas que más amaba.
La primera cosa que hizo fue reconocer sus errores. Llegó a la conclusión que todos los problemas que había tenido durante los últimos días, habían sido, de una forma u otra, culpa suya. Sintió como si estuviese diciendo delante de un montón de personas: “Mi nombre es Cintia y tengo un temperamento terrible”. Sabía que no podía saltarse el primer paso; a fin de cuentas, si quería cambiar de verdad, tendría que comenzar por la raíz del problema. Luego dio otro paso rumbo a su cambio: pidió perdón a la persona que más había maltratado. Esa sí que tuvo que ser a actitud más difícil de tomar. No podía mirar a los ojos de su hermano, la situación era de lo más denigrante. Pero la sensación que tuvo, después de haber tomado aquella actitud un tanto humillante, fue una de las más agradables que jamás había tenido. ¡Estaba orgullosa de sí misma!
Cintia sabía que para que pudiese cambiar de hecho y de verdad, tendría que dar otro gran paso necesitaba cambiar sus actitudes. Parecía que todos aquellos pensamientos que habían ensombrecido su mente la noche anterior habían perdido fuerza. Entonces se dio cuenta de que, que su incapacidad para cambiar era una mentira y que cambiaría, sí, cambiaría día a día. Entonces, cambió. ¡Así de simple!
Cuando una persona quiere cambiar, ¡todo lo que tiene que hacer es CAMBIAR! Es inevitable que en el comienzo se cometan errores aquí y allí, pero si ves los errores como una prueba de que es imposible cambiar, estarás perdida. Por eso, Cintia se dio una nueva oportunidad, pero, esta vez fue realista. Tenía la conciencia de que cambiaría poco a poco. El hecho de que una persona cometa equivocaciones no significa que sea incapaz de cambiar. El cambio sólo es imposible cuando la propia persona determina eso.
Cintia estaba determinada, y por eso, todo su alrededor comenzó a cambiar, del agua al vino. Es gracioso cómo algunos problemas surgen, exactamente, cuando la persona decide cambiar. Críticas y malos entendidos fueron algunos de los muchos problemas que la esperaban para desanimarla. No fue fácil y, muchas veces lloró. En algunos momentos llegó a preguntarse: “¿Por qué me pasa todo esto?” Cintia usó su fe, y por eso, está de pie, esperando por más oportunidades para practicar aquello en lo que cree. Lo más interesante es que Cintia no está en la Biblia o en las páginas de un libro cualquiera, pero está entre nosotras mientras tú lees esta historia.
Extraído del libro “Mejor que Comprar Zapatos” de Cristiane Cardoso