El primer resultado del ejercicio de la fe sobrenatural es la paz interior.
Los seres humanos viven en un conflicto íntimo constante entre la razón y la emoción. En cuanto la razón empuja para un lado, el corazón empuja para el otro.
Normalmente, el corazón ha vencido esa batalla. De ahí nacen las frustraciones en la vida.
Las dudas surgen como consecuencia de eso, lo que acarrea una serie de situaciones incómodas como la inseguridad, incertidumbre y todo tipo de disturbios emocionales y espirituales que inducen al fracaso en todas las áreas de la vida.
Esa guerra trabada en el interior se muestra en el exterior, transformando a la persona contra los demás. Por eso, todo eso desaparece a partir del momento en que la fe sobrenatural entra en acción. La fe da lugar a la seguridad y firmeza de carácter, neutralizando así las dudas.
Con respecto a eso, la paz se establece. La ausencia de la paz interior identifica claramente la falta del nuevo nacimiento. Si la fe sobrenatural genera la paz interior, la duda genera conflictos en el interior. El fracaso o el éxito de cada uno depende de lo que hay en su interior.
No hay remedio para la cura de los conflictos íntimos sino por medio de la fe. Mientras la duda es destino trazado, suerte, azar, méritos o cualquier otra cosa parecida.
Todo lo que la persona siembra, recogerá. Es una ley fija de la naturaleza que no se puede alterar. Lo que importa es la buena elección. ¿Pero quién puede escoger lo correcto guiado por el espíritu de la duda?
En la fe inteligente hay dirección del Espíritu de Dios para plantar lo que es correcto y bueno. Ahí hay sabiduría e inversión en el futuro. Por eso, el futuro será obligatoriamente satisfactorio.
Esa es la mente; esos son los pensamientos de Dios que traen vida. De ahí surge la perfecta paz interior. Tal calidad de fe siempre produce esperanza en el futuro y mantiene el corazón seguro y tranquilo.
La victoria en el futuro es consecuencia de la actitud de fe en el presente.