Muchas personas se han equivocado con el poder de la fe; logran hacer milagros, curan y liberan, usando el Nombre y la Palabra de Dios, como el Señor Jesús dijo en la parábola de las diez vírgenes. Él dijo que cinco eran prudentes y cinco insensatas. Las prudentes cargaban con ellas el aceite para mantener sus lámparas encendidas, pero las insensatas no. Cuando el Novio vino, cinco entraron por la puerta y cinco quedaron afuera. Lamentablemente, muchas personas han tenido fe para ser vírgenes, espiritualmente hablando, pero no tienen fe para entregar sus vidas en el Altar. Son valientes para promover obras de caridad –como dar pan a quienes tienen hambre, ayudar a los demás y luchar por un familiar–, pero no son valientes para entregar sus vidas. Son vírgenes, tienen fe en Jesús, pero no tienen fe para vivir en Su dependencia. Mientras no tengan al Espíritu Santo, toda la bondad no resolverá el problema.
Hay personas que son valientes, pero no para hacer la voluntad de Dios, sino para hacer su propia voluntad, como también hay quienes son valientes para hacer el mal, como matar, robar, y maldecir. Pero los que tienen la fe sobrenatural tienen el espíritu, la fuerza y el poder de Dios. Los que creen en Él son valientes para asumir esa creencia y entregarse de espíritu, alma y cuerpo.
Dios nos ha dado Su poder, que es la fe, para que hagamos su Santa Voluntad. Ese poder es para perdonar, independientemente de que queramos o no. Esta es la fe que proviene del Espíritu Santo.
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