El Salmo 1 se refiere a la bienaventuranza, que en el diccionario significa felicidad, bendición. Pero, ¿qué es realmente la verdadera felicidad?
El texto dice así:
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores,?ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley del Señor está su delicia,?y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,?que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.No así los malos,?que son como el tamo que arrebata el viento.Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio,?ni los pecadores en la congregación de los justos.Porque el Señor conoce el camino de los justos;?mas la senda de los malos perecerá.”
Lo que se vive
¿Es eso lo que se ve por ahí? ¿Es lo que se vive?
A las personas siempre les gusta escuchar los consejos de los otros, de preferencia de los que poseen una vida muy diferente. Al hacer eso, generalmente comienzan a pecar según el consejo recibido, viviendo en la rueda de escarnecedores, de los que censuran sin piedad y sin respeto por el prójimo.
Para vivir la verdadera felicidad es necesario huir de eso, de las personas que siempre están dispuestas a aconsejar según las reglas del mundo y no según la Palabra de Dios. ¿Será por eso que vemos cada vez más asesinatos, familias destruidas y relaciones terminadas?
Y estar lejos de estos consejos mundanos es solo uno de los requisitos para vivir la felicidad plena. También es necesario tener placer en seguir a Jesús y meditar siempre en sus enseñanzas, leer la Palabra de Dios.
Después de que estas características estén en la vida de un cristiano, es el momento de dar su debido fruto, no marchitarse, tener su vida fortalecida por Dios y ser exitoso en todo.
Las personas que no creen en el buen consejo encontrado en la Palabra no sobreviven y son llevadas como la paja cuando el viento sopla. Sin dirección, sin fuerzas, y cayendo en cualquier lugar, sin prevalecer, hasta morir.
Que usted sea un árbol plantado cerca de las aguas – que es Jesús -, donde nada puede impedir su crecimiento, siendo firme al punto de no dejarse llevar por el viento. Que sea bienaventurado y encuentre la verdadera felicidad.