Existe una sombra que amenaza sobre todo el que pierde un ser querido. Una presión insoportable que se asienta en el pecho del que se queda y hace que el aire del lugar sea substituido por la soledad.
De repente.
Aun como consecuencia de una larga enfermedad, siempre es de repente. Raramente las personas estén listas para aceptar una pérdida tan grande. La sensación de no poder conversar con alguien, escuchar el “buenas noches” habitual o ver su sonrisa es abrumador.
Antes de notarlo, quien se queda, es inundado por memorias y necesita tener cuidado para no ahogarse en los recuerdos.
Como humanos de conocimientos limitados que somos, no podemos entender todos los caminos de la vida. Tampoco podemos saber los momentos de llegada y partida, pero existe Alguien que Lo sabe.
Hace muchos siglos, la humanidad comenzó a apegarse más a lo material que a lo espiritual. Desde entonces, le damos demasiado valor a la vida en la Tierra, como si fuera la única. Sin embargo, la verdad es que, por la fe, Dios nos dio la vida eterna a través de Su Hijo. No la conocemos personalmente, pero podemos escuchar las palabras de Quien tiene todo el conocimiento: “Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.” Lucas 20:36
Reestructuración
No obstante, muchos se rehúsan a aceptar la pérdida de un ser querido. Amigos, familiares, conocidos… La muerte, que causa tristeza y melancolía, separa a quien se queda de quien se fue, además de provocar reacciones extremas, como las sucedidas en Bélgica, por ejemplo.
Allá, la artista plástica Beatrice Van Landeghem, ha ganado notoriedad por crear muñecos realistas. Las figuras, increíblemente semejantes a recién nacidos, se producen por encargo y los pedidos provienen de familias que perdieron a sus hijos. Llegan a pagar hasta R$300 mil reales para tener en sus brazos el muñeco que intenta sustituir la pérdida.
Pero la pregunta es: ¿hasta cuándo esa ilusión los hará huir de la realidad? Sabemos que la muerte es inevitable, y lo que necesitamos hacer es superarla para continuar viviendo.
El ánimo se recupera al aceptar que Dios tiene un plan mayor, prácticamente incomprensible para nosotros. Pedro le escribió a los corintios, en su primera epístola (15:19) que “ Si solamente para esta vida esperamos en Cristo, somos los más dignos de lástima de todos los hombres.”
Lleva un tiempo hasta dejarnos de escondernos y abrirnos nuevamente a la vida y al amor. Con fe, el dolor se transforma en buenos recuerdos.
Siempre debemos recordar el pasado, ya que este formó lo que somos hoy. Pero confiar en el futuro es lo que nos mueve hacia adelante.