Aunque la primera dama de Francia haya salido del hospital, sus heridas realmente no fueron curadas. Pasar por la humillación que pasó al descubrir, al mismo tiempo que todo el mundo, que su marido posiblemente le haya sido infiel, causa más que daños morales, causa también daños emocionales e incluso físicos, muchas veces irreparables.
Después de mantener una supuesta relación por más de dos años con una actriz, el presidente francés François Hollande fue descubierto por una revista popular de Francia, y su compañera, la periodista Valérie Trierweiler, sufrió un ataque de nervios. Ella quedó internada por ocho días, pero su asesora no quiere entrar en detalles sobre su estado de salud.
Dos golpes
Una persona, cuando es traicionada dentro de una relación, recibe dos golpes duros: el primero es en la autoestima. Un caso extra conyugal nunca tiene motivos satisfactorios y la falta de respuestas hace que la víctima se imagine que fue traicionada por su propia culpa. “Tal vez no hubiera actuado de tal manera o dicho tal cosa…”, o incluso “La culpa es mía por elegir siempre a ese tipo de persona…”, “Estoy destinado a estar solo para siempre”, en fin.
El segundo golpe sufrido es en la seguridad en sí mismo. Sin las respuestas, la mente le hace pensar a la persona que la culpa es suya. Que no es lo suficientemente bonita, lo suficientemente inteligente, lo suficientemente buena. Se da cuenta que solamente ella mantuvo los votos, piensa que fue tonta por haberse dedicado a alguien que no se interesa por ella, pierde la confianza en el compañero y en sí misma. Con eso, se siente insegura.
Todos esos sentimientos mezclados son capaces de causar una confusión enorme en la mente de alguien. Muchas personas se deprimen gravemente, otras buscan donde refugiarse para permanecer de pie, ya que su puerto seguro es un traidor. En el caso de Valérie Trierweiler, un ataque de nervios la llevó al hospital.
Cuando se encuentran fuerzas
Es perder el sostén en el que se apoya, es notar que todo lo que fue construido no existe más. Pasar a odiar a la persona que hasta hace pocos minutos se amaba, simplemente no creer en lo que está viendo y oyendo, esperar a que todo sea un sueño.
Cuando Cleonice Kusowsky oyó de la boca de su marido que existía una tercera persona en su relación, su mundo se terminó. La psicóloga Cláudia Morais explica en su página de internet que pensar que el amante es más lindo, más inteligente o elegante es un mito: “La tercera persona representa, sobre todo, la oportunidad de vivir momentos que producen bienestar (en oposición a los momentos de tensión del matrimonio). Lo que se valora es el placer de estos encuentros, y no la cualidades personales del amante.” Esto, sin embargo, no es fácil de aceptar.
Cleonice recibió la noticia en el altar de la Universal que frecuentaba, ante centenas de personas. Lo que antes era solo una desconfianza se convirtió en realidad y simplemente no sabía hacia dónde correr. Si hasta entonces, las ideas como la traición rondaban en su cabeza, la pesada certeza mató todo el sentimiento que cargaba dentro de sí.
“Me quería separar. Pasé a odiar a ese hombre e incluso busqué a un abogado para que se encargue de nuestra separación. Pasé mucho tiempo pensando que no lograría levantarme más”, recuerda Cleonice.
Mientras que los dos permanecían en la misma casa, el clima de guerra era inevitable. Con las peleas sufrían Cleonice, su esposo Ivan, y Luís Felipe, hijo de la pareja que en esa época tenía solo cinco años de edad.
“Eso perjudicó mucho a nuestro hijo, porque además de pelearnos, también terminábamos descargándonos en él.”
Situación indignante
Lo que más la indignaba a Cleonice era pensar en cada vez que pasó dificultades dentro de su casa, inclusive con poca comida para darle a su hijo, mientras que su marido les ofrecía asados secretos a sus amantes y amigos.
Aun antes de descubrir que tenía una amante, Cleonice vivió tres o cuatro años en un matrimonio perdido. La distancia que creció entre los dos y la falta de dinero constante, además de los paseos injustificados, la hicieron desconfiar de que él tenía otra persona, que no fue confirmado delante de ella, sino delante toda la iglesia.
Se cree que la confianza da mucho más trabajo de ser reconquistada después que fue adquirida la primera vez. Y Cleonice es la prueba de eso. Aunque estuviera destruida por dentro, su fe la mantuvo con esperanzas de que el matrimonio podría resistir.
“Yo me quería separar, pero no acepté la derrota. Le pedí a Dios por la transformación de mi esposo, hice que me conquistara de nuevo, desde cero. Nos conocimos de nuevo, nos pusimos de novios y nos casamos.”
No es reanudar, es recomenzar
Al contrario de lo que sucede con una buena parte de las parejas, la relación de los dos consiguió recuperarse. Cleonice se apegó a su fe para no desistir del matrimonio y, con los dos dedicándose al mismo propósito, tuvieron éxito.
Para que una relación sea buena después de una interrupción de ese tamaño, la pareja debe saber que no está reanudando con el antiguo compañero, sino conociendo a una nueva persona e iniciando una nueva vida de a dos.
Es preciso aclarar abiertamente todos los temas pendientes, dialogar y reflexionar muy bien. Perdonar no es olvidar, sino aprender con el error.
Es necesario perdonar, pero retomar un matrimonio depende solo de la disposición de los dos involucrados. Hoy en día, después de 15 años de matrimonio, cuando se le pregunta sobre qué debe hacer una persona traicionada para librarse de la depresión, Cleonice no duda: “Perseverancia. Con fe en Dios, Él le sacará de esa situación. Porque Él es padre, no padrastro.”
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