La vida de Gladys es la prueba que el poder de Dios no tiene límites: “Yo llegué a la iglesia cuando estaba a punto de morir, los médicos me habían desahuciado, me mandaron a mi casa con mi familia, porque me quedaban días de vida.
Todo comenzó con los problemas que tenía con mi familia. Yo era una persona hipertensa y triste. Primero se me hizo un coágulo en la cabeza y después me apareció un tumor. Después ya me había tomado desde la cabeza, hasta la mano.
Estaba muy hinchada, no había nada que hacer, más que los días, tenía las horas contadas.
Conocí la Universal por medio de mi hermana, ella escuchaba los programas de la iglesia en la radio. Siempre había sido de la religión tradicional y no quería, le decía que para mí ya era tarde.
Un día martes me levanté vomitando sangre, pasé por la Universal y una obrera que estaba ahí me invitó a pasar. Ella me habló del poder de Dios y me hizo una unción con el aceite y me lo dio para que me lo llevara a mi casa. Me empecé a hacer la unción y me di cuenta que mi mano se comenzó a mover. Estaba mejor y ahí empecé a creer en el poder de Dios en que yo me podía curar.
Empecé a perseverar, a luchar, iba todos los días a la Universal.
Un día, durante una reunión, sentí un calor que me quemaba y que algo fue quitado de mi cabeza.
Al tiempo fue al médico para revisarme y no podían creer que me había curado. Me empezaron a decir la ‘muerta viva’, hicieron todos los estudios de nuevo porque no podían entender, que fuera posible.
Tenía los días, las horas contadas y estoy viva hace 19 años. Hoy gracias al Señor Jesús, estoy bien, bendecida y paradójicamente estoy trabajando en el mismo lugar en el que me desahuciaron”.
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