Mujer virtuosa ¿quién la hallará? Su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas
“Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa y sin mancha.” Efesios 5.24-27
Dios creó a Adán y a Eva perfectos, a fin de que su descendencia fuera perfecta y poblaran la Tierra, edificando Su Reino. Por eso, recibieron la bendición del casamiento y la autoridad para dominar y sujetar la Tierra.
Adán tipificaba al Señor Jesús y Eva a la Iglesia. Este casamiento es el que hace generar verdaderos hijos de Dios: hijos que tienen la imagen del Padre.
Cuando la Biblia enseña que “La mujer sabia edifica su casa,
pero la necia con sus manos la derriba.” (Proverbios 14.1), es porque sobre sus hombros pesa más la responsabilidad de establecer su hogar. Hacia donde se incline la mujer, se inclinará toda su familia.
Mientras tanto la mayor responsabilidad del hombre está en su fidelidad hacia su mujer: el hombre tiene la obligación de amarla de la misma forma que el Señor Jesús amó a Su Iglesia.
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