No sé hasta qué punto muchos que se dicen cristianos son realmente discípulos del Señor, pero una cosa sí se: la calidad de la semilla es probada a través de su fruto, de la misma forma que la calidad de la ofrenda resulta en la calidad de la vida cristiana. Buena semilla, buenos frutos. Mala semilla, malos frutos. Los ofrendantes son evaluados por la calidad de sus ofrendas. De eso no hay la menor duda.
Lo bueno es que la ofrenda elimina el factor mérito. Nadie necesita merecer para ser bendecido. Cada uno es bendecido por el tipo de dedicación en el Altar. De la forma en que se entrega, se recibe. Hay libertad para ofrendarse de la manera que quiera. De todas maneras, recibirá en la misma medida en que se diere (Lucas 6:38). Nadie puede huir de eso.
En la parábola de las diez vírgenes, aparentemente, todas estaban preparadas aguardando al esposo, todas eran vírgenes (sin pecado) y reunían las mismas condiciones espirituales, sin embargo, cuando se escuchó el aviso de la venida del esposo, la ofrenda de cada una habló más alto. La mitad entró, mientras la otra quedó afuera. Y al clamor de las insensatas el Señor respondió: No os conozco.
El Señor Jesús dijo que por los frutos se conoce al árbol. Por la altura, los árboles parecen iguales. Sin embargo, al tomar sus respectivos frutos, pronto se constata la diferencia. Lo mismo sucede con los cristianos. Aparentemente, todos son “convertidos” y todos son “salvos”. Pero cuando se evalúan sus actitudes, ofrendas o comportamiento social se tiene la realidad de la fe de cada uno, porque la ofrenda es testimonio del ofrendante. Sea para su defensa o para su acusación. No hay cómo escapar de eso.
La ofrenda revela el carácter de cada ofrendante, revela su interior falso o sincero; prueba su fe, su amor, su consideración y, sobre todo, su temor para con el Único Dios Altísimo. Por los frutos se conoce al árbol, por la conducta se conoce al tipo de cristiano que ha sido.
Así, todo árbol bueno produce buenos frutos y todo árbol malo produce malos frutos. El árbol bueno no puede dar malos frutos, ni el árbol malo puede dar frutos buenos, Todo árbol que no da buenos frutos se corta y se lanza en el fuego. Por lo tanto, por sus frutos los conoceréis (Mateo 7:17-20).
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