Winnipeg (foto) es una de las más grandes ciudades de Canadá y la mayor de la provincia anglófona de Manitoba, de la cual es capital. Ubicada casi en el límite con Estados Unidos, visualmente no difiere mucho de la mayoría de los municipios del mismo tamaño de su país: calles muy bien planificadas, bien conservadas y limpias (punto positivo para la población, que piensa antes de tirar la basura al suelo y exterminar un bien público).
Pero Winnipeg, con un poco más de 730 mil habitantes, se ganó un apodo no muy halagador: la “Detroit Canadiense”, a raíz del altísimo índice de criminalidad y delitos de la citada ciudad estadunidense del estado de Michigan. Winnipeg es el municipio más violento de Canadá. Vale destacar que tal índice sólo es grande si se compara al resto del país norteamericano -infinitamente menor al de muchas pequeñas ciudades brasileñas o mexicanas-.
Aunque la cantidad de crímenes sea cómica en relación a otros lugares del planeta, para ellos el tema es serio y motivo de vergüenza en su país. Esto requirió que la prefectura y la policía de la ciudad proveyeran un plan especial de combate al crimen.
Una de las principales armas contra la criminalidad llamó la atención de los medios: se trata de la oración.
De capellán a jefe
Nacido en Jamaica, Devon Clunis (foto) llegó con su familia a suelo canadiense cuando tenía 11 años. En su juventud, ya adaptado al clima y a la vida en Canadá, decidió trabajar en el Servicio de Policía de Winnipeg. Comenzó como agente, vigilando las calles, el tránsito, pasando por unidades en las que tenía estrecha relación con las comunidades y llegó a trabajar disfrazado en la división de combate al tráfico de drogas.
Devon no tenía grandes pretensiones cuando ingresó a la corporación. Simplemente pensaba en ser un buen policía. Pero una decisión importante, resultado de su fe, amplió su horizonte: estudió y se convirtió en capellán de la policía.
El lado espiritual siempre habló alto en la carrera del policía. Fue de gran ayuda en conflictos, llevando la Palabra tanto a víctimas de crímenes como a colegas y sus familias. Aun así, no imaginaba nada en relación a lo que sucedió recientemente, en octubre de 2012: fue nombrado el nuevo jefe de policía de Winnipeg. Asumirá el puesto máximo de la policía de su ciudad en diciembre, cuando el actual jefe deje el cargo para jubilarse.
En una rueda de prensa para comunicar la novedad a la población, Clunis comenzó con un desahogo: “Estoy cansado de que seamos la ‘capital del homicidio’ de Canadá.”
“¿Qué pretende hacer en relación a eso?”, le preguntaron. El futuro jefe de policía sorprendió a todos: “No es la solución salir, vigilar y listo. Yo creo firmemente que las oraciones serán una parte muy importante en este trabajo”.
“Qué sucedería si todos nosotros simplemente comenzáramos a orar por la paz en Winnipeg y comenzáramos a actuar con base en esto?” Devon espantó a la platea, revelando que no son suficientes las campañas y proyectos, tan solo como policías propiamente dicho, sin Dios al frente de todo. “Yo creo que sucederá algo sorprendente en nuestra ciudad. Creo fielmente en eso. Para comenzar, no creo que haya llegado a esta posición por una simple casualidad.”
Una obra de Dios
“La fe forma parte de mi vida desde que tengo uso de razón”, dijo Clunis. Para él, la fe en el Señor Jesús es fundamental en todos los aspectos de su vida. En la conferencia, citó algo que sucedió en 1998, de lo que se acuerda como si fuera hoy. En oración, le pidió algo a Dios, pero no imaginaba lo que sucedería: “Señor, me gustaría que me pusiera en una posición dentro de la policía, en la que tuviera la oportunidad de levantarme y decirle a las personas que hay un Dios al que realmente le importan sus vidas.”
Hasta entonces, él pensaba solo en ser un buen policía.
Después de 3 semanas, un colega le dijo que la corporación estaba por comenzar un programa de capellanía, y preguntó a Clunis si le gustaría inscribirse. Se convirtió en una figura destacada en la policía y siempre listo para ayudar a todos. Hoy, nombrado líder de todos los policías de la región metropolitana, aun frente a grandes desafíos estratégicos, financieros y administrativos, no pretende dejar su trabajo espiritual. “Ser capellán es uno de los mayores medios de servir a nuestros miembros que salen a servir a la población. Comenzamos cuidando bien de ellos, para que puedan salir y cuidar de la comunidad.”
El nuevo jefe de policía dijo que nunca le pidió a Dios poder, en el sentido frío de la palabra. Pidió, cuando comenzó a ser líder en su trabajo, la capacidad de tratar las personas con dignidad y respeto, y para que sus acciones alcanzaran el éxito. No se puso como el centro de las bendiciones y, de esa forma, fue bendecido.
No pensaba llegar tan lejos. Incluso por el hecho de que casi no había miembros (como le dicen por ahí, de minorías étnicas – aun más al hablar de inmigrantes –) en posiciones destacadas entre las autoridades locales, lo que el policía cree estar cambiando. Es ejemplo de buena conducta y éxito entre las personas de otras nacionalidades que eligieron Manitoba como nuevo hogar.
“A Dios todavía le importamos. Él está incluido completamente en nuestras vidas. Creo, sin lugar a dudas, que la única razón por la que yo estoy, donde estoy, es porque Él está involucrado en esto. No tengo la menor duda.”
Que Winnipeg, en muy poco tiempo, sirva de ejemplo a otras ciudades devastadas por el crimen en todo el mundo. Usando oraciones sinceras como la saludable munición contra la violencia, poniendo a Dios al frente, basando en Él sus acciones, la policía de la bella ciudad canadiense puede dar un nuevo – y real – sentido a la frase estampado en los vehículos y uniformes de muchas fuerzas policíacas del planeta: “Para proteger y servir”.