La fe consciente ignora las emociones del alma porque se basa en las enseñanzas y en las promesas de Dios. Ella se contrapone a los principios de las religiones, pues estas tienen sus cimientos fundamentados en la fe de los sentimientos tradicionalistas.
El alma del religioso exige sentir algo que está de este lado de la certeza absoluta. Esta certeza absoluta es la fe en que Dios hará exactamente aquello que prometió que haría. Los religiosos han apoyado su creencia en los sentimientos del alma. Y la verdadera fe habla sólo de los valores del raciocinio o del espíritu.
Dios es Espíritu. Su comunicación con el ser humano está restringida al espíritu humano, ¡no a su alma! Dios habla en la conciencia, no en el intelecto, en la mente por medio de Su Palabra. Porque la respuesta tiene que venir de la expresión del intelecto. Si Dios hablase al corazón, la respuesta humana estaría basada en la pasión, en los sentimientos del alma, y no en la razón.
Él no quiere ser seguido o servido por sentimentalismos fantasiosos del corazón. Una cosa es servir a Dios movido por la pasión y por la emoción y otra es servirlo conscientemente. La respuesta que Dios espera del ser humano debe ser tomada en su conciencia y no en su corazón, esto es, en el espíritu y no en el alma.
¿Cuántas personas se casan sólo porque son llevadas por los sentimientos del corazón sin hacer siquiera una reflexión sobre las cuestiones que incluye un matrimonio? Y de esas, ¿cuántas se mantienen fieles hasta la muerte? Eso sucede porque los sentimientos del corazón, o del alma, no tienen conciencia. Al mismo tiempo en que esas personas son capaces de hacer promesas de amor, también son capaces de insultarse y hasta de odiarse.
El corazón humano ha sido fuente de pasión y de odio. El mismo matrimonio que un día fue feliz delante de un juez a casarse, recurre a la Ley para divorciarse, porque el cariño se transformó en golpes y los besos en agresiones verbales. Ante eso, yo pregunto: ¿Cómo podría confiar Dios en los sentimientos del corazón humano?
Por eso, la relación con Él sólo puede suceder en el campo racional. Como puente para la relación de la criatura con el Creador, la fe sobrenatural incluye mucho más que los sentimientos fugaces del corazón, pues ella es consciente. Del espíritu humano al Espíritu de Dios; la mente del Señor Jesucristo. Pero solamente los nacidos del Espíritu tienen la mente de Dios:
“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2:14-16).