Imagine si cada nuevo día reviviera algo que pasó y sufriera todo nuevamente. Ese es el sentimiento que tiene aquel que guarda resentimiento por algo o rencor por alguien, y cree que, de esa manera, estará adhiriéndole a otra persona una culpa o resentimiento, mientras que es esta persona la que estará presa a una tristeza sin fin.
Dios nos quiere ver plenamente realizados y felices. Sin embargo, el rencor hiere el alma, nos impide dar un paso adelante, impide que avancemos en un voto de fe y recibir la misericordia de Dios. Este solo vendrá cuando realmente nos arrepentimos de nuestra actitud contra nosotros mismos y perdonamos al otro.
“Me he consumido a fuerza de gemir; de llanto inundo mi lecho todas las noches, riego mi cama con mis lágrimas. Mis ojos están gastados de sufrir; se han envejecido a causa de todos mis angustiadores. ¡Apartaos de mí, todos los hacedores de maldad, porque el Señor ha oído la voz de mi lloro!” Salmos 6: 6-8
El futuro que su vida llevará depende únicamente de usted y de su fe. Ore. Converse con el Señor e identifique si dentro suyo hay algún rencor retraído y por qué. Perdone a esa persona, deje que se vaya por su bien y líbrese de ese peso. Haga de ese episodio un aprendizaje y guarde solo lo que aprendió de bueno en esta historia, para que el mal no se repita en su vida.
No pase más sus días valiéndose de emociones antiguas. Asuma las riendas de su vida, use la razón y asuma sus actos. Planee mejor lo que quiere. Después de enfrentar un desafío, usted será más maduro, fortalecido y preparado para recibir el Espíritu Santo. Usted estará preparado para ser bendecido.
¿Cuánto nos cuesta un resentimiento? Piense en esto, reflexione sobre sus actitudes y comparta con sus amigos, en el trabajo y en las reuniones, con su familia en casa, y con Dios en sus oraciones diarias.