Recientemente, en Chile, los voluntarios del T-Ayudo, grupo de ayuda a los indigentes de las calles, le dieron ánimo a los necesitados de la capital del país. Esta actividad se realiza un sábado al mes.
El día, para esas personas carenciadas comenzó diferente – normalmente llenos de miedo y desesperanza. Además de recibir el cariño de los voluntarios de la IURD, tuvieron la oportunidad de tomar un vigorizante baño caliente, algo impensable en su vida cotidiana, y pudieron sentarse a la mesa para un abundante desayuno, vistiendo ropa y zapatos limpios.
Inmediatamente después, ya alimentados y limpios, recibieron cuidados como curaciones para sus heridas, cortes de cabello, manicuría y pedicuría. Actitudes simples, pero que brindan a quien las recibe dignidad, y la impresión de que realmente le importan a alguien.
Todos regresaron a la mesa para un almuerzo, los miembros de la Iglesia Universal y los indigentes juntos para compartir los alimentos en un encuentro que representó mucho para ambas partes.
Según Nancy Lovera, responsable del T-Ayudo, los frutos de esos sábados mensuales se observan además de los encuentros: “Algunos regresan a las calles. Otros buscan trabajo y superan la situación de abandono. Cuando llegamos, ellos nos reciben con abrazos y nos cuentan como van sus vidas. Lo más gratificante es ver la esperanza nuevamente en sus rostros, la alegría de sentirse valorados.”
Cualquier miembro de la IURD chilena puede ser candidato al trabajo en el T-Ayudo, y otros también pueden participar donando alimentos, ropa, calzado y productos de higiene personal.
La voluntaria Sandra, muestra que no son solo los habitantes de las calles los que obtienen algo: “Mi alegría no termina desde que ingresé en el grupo. Llevamos amor para amenizar el dolor de esas personas antes olvidadas y despreciadas por muchos, pero no por nuestro Señor Jesús, ni por nosotros. Vemos en cada mirada una felicidad inexplicable, vemos esperanza. Le agradezco a Dios por esta oportunidad.