Mercedes Romano intentaba ser feliz junto a su familia, pero siempre su relación se veía afectada por las discusiones y los conflictos. Ante esta situación recurrente ella no se quedó de brazos cruzados, solo que buscó ayuda en lugares que no le trajeron ninguna solución efectiva. Ella encontró la solución que necesitaba en la Universal cuando aprendió a usar la fe en el Dios Vivo.
“Mi sufrimiento comenzó desde mi niñez, mi padre tomaba y fumaba mucho, y cuando le faltaban alcohol o cigarrillos, agredía a mi madre. Recuerdo que vivíamos intranquilos por su conducta, a veces nos mandaba a comprar a cualquier hora de la noche. El tiempo pasaba y la situación era insostenible, ver a mi mamá sufrir por los maltratos hizo que mi corazón se llenara de rencor.
Era injusto vivir así, encima mi papá nos decía que cuando cumpliéramos la mayoría de edad recién podríamos decidir sobre nuestra vida y si queríamos podíamos irnos. Ese fue el motivo por el que siendo muy joven, a los 22 años me casé porque quería ser feliz, sin embargo, fue la peor decisión que pude haber tomado porque mi esposo me golpeaba hasta llenarme de moretones.
Recuerdo que cuando quedé embarazada, me golpeó muchísimo porque quería matarnos a las dos. Entonces me separé y me fui a vivir al interior.
Un pariente me llevó a consultar a los espíritus y me volví dependiente de las cartas. La persona que supuestamente me estaba ayudando me decía que prenda velas los martes y viernes, yo lo hacía, pero mi vida empeoraba. Pasaron 2 años y conocí a mi actual esposo, nuevamente intenté ser feliz, en un principio todo estaba bien, sin embargo, al seguir consultando a los espíritus con el tiempo empecé a tener problemas con él. Discutíamos mucho, me volví nerviosa, tenía dolores de cabeza constantes, insomnio, depresión y hasta gastritis nerviosa. No soportaba a mis hijos ni a mi marido, tenía ganas de matarme porque no veía una salida. No le encontraba sentido a mi vida y en mi mente una voz me decía que me matara, que nunca iba a ser feliz.
Una madrugada de insomnio prendí la radio para escuchar música y justo encuentro la programación de la iglesia. Escuché lo que decían y decidí acercarme, era la última puerta que tocaba porque ya no me quedaba otra chance. Recuerdo que pensé en qué tenía para perder si mi vida era un fracaso total.
En la Universal me recibieron bien, me escucharon y me orientaron que participara de las reuniones dedicadas a la familia. Luché, perseveré en las cadenas de oración y nuestra vida fue cambiando.
Lo primero fue que me liberé de toda la carga que me había hecho infeliz, me curé de la gastritis y mi hija se sanó de asma. Mi matrimonio también fue transformado, luchamos juntos y compramos nuestra casa y un auto 0 km. Lo principal es que toda mi familia está en la presencia de Dios y podemos disfrutar de la paz y la armonía en nuestra casa. Puedo afirmar que hoy soy feliz porque gracias a Dios dejé de sufrir”.
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