Valeria: «Comencé a involucrarme en los vicios a los catorce años. Al principio, solamente fumaba algunos cigarrillos, tres o cuatro por semana, pero a los diecisiete consumía alrededor de sesenta y cinco por día.
Al tiempo, comencé a beber alcohol. Al principio, cerveza y vinos. Después, eso era para mí como tomar agua. Entonces comencé a consumir bebidas blancas como gin, ginebra, vodka y whisky.
Cuando me separé de mi primer marido, conocí la marihuana. Si bien mis amistades desde hacía tiempo me invitaban, siempre les decía que no. Pero, en ese momento, estaba muy mal anímicamente y acepté. Pensaba que solo iba a consumirla cuando quisiera y tuviera ganas, pero empecé a hacerlo todos los días, a cada rato.
Una noche en la que con mis amigos estábamos de fiesta, había consumido tanto alcohol y marihuana que me caí y me lastimé la cabeza.
Me socorrieron, me levantaron y me pusieron en una silla. Estaba consciente de lo que pasaba, pero no tenía control sobre mi cuerpo. Quería levantarme y no podía, sentía que la cabeza me pesaba cientos de kilos.
Ese día toqué fondo. De todos modos, continué con esa vida porque me gustaba, no la quería dejar. Hasta que a los treinta años conocí a Jesús, ese fue el momento de mi liberación.
Si seguía durante más tiempo involucrada en los vicios, sin duda iba a probar drogas más fuertes, porque siempre buscaba algo cada vez más intenso que me sacara el dolor y la soledad. Cuando estaba nerviosa, quería algo que me tranquilizara.
Desde hace muchos años que no consumo alcohol, ni cigarrillo, ni marihuana. Es más, cuando paso por lugares donde están fumando, me da asco. Gracias a Dios, estoy libre de los vicios. Soy una persona muy feliz».
Para ponerles fin a los vicios, iniciá el tratamiento gratuito, el domingo a las 15 h en Av. Corrientes 4070 – Almagro.
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