Rosalía Aguirre vivió una situación límite cuando descubrió que su vida y la de su hija no nacida estaban en riesgo. Pero la fe la hizo creer en que Dios podía restaurar su vida por completo.
“Mi vida no estaba bien en ningún aspecto pero todo empeoró cuando fui al control médico y me detectaron quistes y también que estaba esperando un hijo. Me dijeron que me tenían que sacar al bebé para operarme y yo decidí que no. Entonces el bebé creció con un quiste detrás y el otro debajo, el embarazo fue de alto riesgo, tuve muchos dolores y me tuvieron que hacer cesárea un mes antes de los nueve meses para extirpar los tumores que tenían el tamaño de pomelos.
Yo sentía mucho dolor para ir al baño, no me quería bañar ni comer, tampoco podía amamantar a la bebé ni dormir. La relación con mi marido se fue deteriorando porque yo estaba depresiva. La situación económica tampoco estaba bien porque los tratamientos y controles eran continuos.
Esta situación generó en mí muchos traumas. Estaba como perdida, no sabía qué hacer y los médicos no tenían esperanza de que me recuperara porque había salido muy mal de la operación. Fui a la iglesia a presentar a mi bebé en el Altar, porque mi mamá me invitaba y yo había dicho que si nacía bien la bebé iba a ir. En ese momento yo no sabía que estaba agonizando porque al mes de tener a mi hija había empezado a crecer un tumor más grande que rompió recto, uréter, vejiga, útero, todo. Los médicos descubrieron que se trataba de cáncer, me tuvieron 7 horas en el quirófano, casi muero”, recuerda.
Los médicos le daban 72 horas de vida luego de la operación, y si sobrevivía le iban a empezar a hacer quimioterapia. “Estuve en terapia intensiva, me hicieron los estudios y yo estaba bien. Salí de terapia intensiva y fui recuperándome.
Perseveré en las reuniones y desaparecieron las secuelas, el cáncer nunca más volvió a aparecer, y superé los daños psicológicos. Al tiempo me empiezan a aparecer hematomas en todo el cuerpo, los médicos me punzan la médula y descubren que tenía leucemia. En ese momento no me podían estabilizar las plaquetas y querían extirparme el bazo, yo no lo acepté y recurrí a Dios.
Usé la fe en las reuniones y mi organismo comenzó a estar bien porque desaparecieron los problemas de salud. La relación con mi marido fue transformada y pude disfrutar a mi hija. El secreto para vencer fue la perseverancia y la fe”.
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